Los hombres blancos en la cima y las mujeres negras en la base. La frase resume el saldo de un estudio sobre desigualdad social en Brasil, que midió la evolución del mercado laboral, la educación y hasta el uso del tiempo libre.
«Retrato de las desigualdades de género y raza» fue divulgado este lunes por el estatal Instituto de Estudios Económicos Aplicados (IPEA), en un repaso de los modestos avances y las inmovilidades atávicas registradas entre 1995 y 2015.
«Todas nuestras raíces históricas colocaron siempre a las mujeres en una posición subalterna y a los negros en una posición servil», dijo a la AFP la investigadora Natalia Fontoura, coautora del estudio.
«Es el cuadro de Brasil hoy: la herencia histórica mezclada con una falta de políticas de igualdad, de inserción», añadió.
Uno de los capítulos que mejor plasma las diferencias de raza y género es el laboral, donde el estudio detectó una «jerarquía estable, con la cima ocupada por los hombres blancos y la base por mujeres negras».
Durante ese período, la participación de las mujeres en el mercado laboral osciló en torno al 54-55%, mientras que el porcentaje de hombres llegó a 85%, para caer al 78% en el último año de la serie, en plena crisis económica.
La desigualdad «alcanza a otras áreas que no aparecen en el estudio, como la presencia de las mujeres en la política o la violencia doméstica y la violencia pública contra las mujeres, que son fruto de esos números», explicó Fontoura.
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En el área de escolarización también los contrastes son evidentes.
La población adulta blanca que contaba al menos con 12 años de estudios se duplicó entre 1995 y 2015 (de 12,5 a 25,9%), mientras que la negra pasó de un «increíble 3,3% a un 12%, un aumento de casi cuatro veces, que no esconde que la población negra consigue ahora el nivel que tenía la población blanca 20 años atrás», señala la investigación.
El diferencial racial también está en el analfabetismo. En 2015, las mujeres negras que no sabían leer ni escribir duplicaban (10,2%) a las blancas (4,9%), y esa distancia se repetía en los hombres.
Pero para Fontoura, limitaciones cotidianas como el mero uso del tiempo libre están entre las más sensibles.
El trabajo doméstico no remunerado, considerado culturalmente una responsabilidad mayoritaria de las mujeres en Brasil, es una de las áreas que menos cambios tuvo, aun con el aumento de la inserción femenina en trabajos remunerados. El estudio lo define como la «jornada doble», que en 2015 hizo que las mujeres trabajaran en promedio 7,5 horas más por semana que los hombres.
«Incluso con políticas muy fuertes vamos a demorar mucho porque son cuestiones estructurales y harán falta décadas para tener un panorama más positivo», aseguró Fontoura. AFP