La importante campaña de bombardeos contra los talibanes, eje de la nueva estrategia de Estados Unidos en Afganistán, podría ser contraproducente y alienar a la población local en caso de un incremento de las víctimas civiles, advierten algunos expertos.
En agosto, el presidente Donald Trump anunció un cambio de estrategia en la misión de la OTAN comandada por el general estadounidense John Nicholson, con un refuerzo de efectivos -ahora hay 14.000 soldados de EEUU desplegados-, intensificación de los bombardeos y de la lucha contra el narcotráfico que financia a los talibanes.
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A 31 de octubre, los estadounidenses lanzaron 3.554 bombas desde principios de año, tres veces más que en todo 2016 (1.337).
En la noche del domingo, unos aviones estadounidenses atacaron por primera vez laboratorios de producción de heroína en Helmand, la «provincia de la amapola», mayoritariamente bajo control de los talibanes, a fin de afectar su principal fuente de recursos.
Afganistán es el primer productor mundial de opio y esta economía subterránea reporta 200 millones de dólares anuales a los talibanes, según Washington.
Los caza furtivos F-22A Raptors participaron por primera vez en esos ataques. Además de drones, las fuerzas estadounidenses desplegaron en el cielo afgano esta tecnología de vanguardia, después de la derrota del grupo Estado Islámico (EI) en Sira e Irak.
Los militares afirman que sus ataques son los más precisos de la historia, pero según Andrea Prasow, responsable de la ONG Human Rights Watch, los estadounidenses podrían ponerse en contra a la población afgana si el incremento de los ataques produce más víctimas civiles.
El tema de las víctimas civiles de los bombardeos es muy sensible en Afganistán. Según un informe reciente de Naciones Unidas, 466 civiles -dos tercios de ellas mujeres y niños- murieron o resultaron heridos entre enero y septiembre, un aumento de 52% en relación al mismo período de 2016.
«La administración Trump fue clara, no quiere participar en lo que denomina la ‘instalación de un Estado moderno’, pero si se concentra en el aspecto militar, Estados Unidos creará enemigos en lugar de amigos», declaró Prasow a la AFP.
En septiembre, un ataque en Kabul provocó varias víctimas civiles en plena visita del secretario de Defensa Jim Mattis y del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que buscaban reafirmar el «compromiso» en Afganistán contra el terrorismo.
– Retomar la ofensiva –
El incremento de las víctimas civiles podría también predisponer a la comunidad internacional, cuando algunos países que integran la alianza atlántica parecen reticentes a la idea de aumentar su compromiso después de 16 años de guerra.
En 2015, un ataque estadounidense contra un hospital de la ONG Médicos sin Fronteras en Kunduz provocó 42 muertos, 24 de los cuales pacientes, creando un escándalo internacional.
Para John Hannah, consejero del exvicepresidente republicano Dick Cheney, «no hay duda» de que las pérdidas civiles aumentarán con bombardeos más intensos.
«Pero un apoyo estadounidense mayor, si se combina con otros elementos de la nueva estrategia, podría permitir al ejército afgano reanudar su ofensiva y a término, revertir el curso de la guerra», explicó a la AFP.
La lucha contra el narcotráfico de los talibanes es esencial, según Hannah. «Debe haber un esfuerzo muy importante sobre las principales fuentes de recursos del enemigo si se quiere que esta estrategia tenga posibilidades de éxito», afirmó, citando como ejemplo los bombardeos aéreos sobre las instalaciones petroleras en manos del EI en Irak y Siria, que privaron a los yihadistas de recursos financieros.
Pero los refuerzos de tropas no son necesariamente una garantía de éxito. A finales de 2009, el presidente demócrata Barack Obama había anunciado el envío temporal de 30.000 soldados adicionales a Afganistán, haciendo pasar el contingente estadounidense a 100.000 efectivos, junto a 50.000 militares de países aliados.
Las victorias militares fueron numerosas, pero los talibanes reconquistaron el terreno perdido tras la retirada de las tropas.
Según el general Nicholson, esa retirada fue «demasiado importante y demasiado rápida». Ahora ello no sucedería, ya que la estrategia de Trump prevé una presencia militar ilimitada en Afganistán. AFP