Fujimori en su cama de hospital, Pinochet en silla de ruedas, Ríos Montt y su demencia: a pesar de los crímenes cometidos bajo sus órdenes, estos gobernantes latinoamericanos de salud frágil se han beneficiado de una clemencia que es denunciada como impunidad por los defensores de los derechos humanos.
Si el anuncio de una gracia presidencial para el expresidente peruano, condenado por crímenes contra la humanidad, hizo que miles de peruanos encolerizados se apoderaran de las calles, también suscitó vivas críticas por parte de la ONU.
El representante regional para América del Sur del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Amerigo Incalcaterra, pidió «evitar cualquier situación que pueda llevar a la impunidad».
Tras pedir «perdón de todo corazón», Alberto Fujimori, de 79 años, reconoció el martes haber «defraudado también a otros compatriotas».
Un eufemismo en comparación con la severidad de su condena: 25 años de reclusión por el asesinato de 25 personas de manos de un escuadrón de la muerte, en un combate contra la guerrilla del Sendero Luminoso llevado a cabo durante su presidencia (1990-2000).
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En un vídeo publicado en Facebook se puede ver al antiguo hombre fuerte de Perú, visiblemente de capa caída, en su cama de hospital, con una bata blanca, hablando lentamente y rodeado de instrumental sanitario.
Hace 17 años, fue el exdictador chileno Augusto Pinochet, general retirado de 84 años, quien llegaba en silla de ruedas al aeropuerto de Santiago de Chile, recién puesto en libertad por razones de salud tras haber pasado 503 días detenido en Londres.
En cuanto descendió del avión, se levantó, saludó a los simpatizantes que habían acudido a recibirle y se fue caminando acompañado de sus allegados. Una provocación, según sus opositores.
«La edad es un factor que funciona como una circunstancia atenuante», señala Lissell Quiroz-Pérez, doctora en historia y especialista de América Latina en la universidad francesa de Rouen.
«Estos hombres son ancianos», añade. «Y se aprovechan de eso: Fujimori siempre aparece en la cama y Pinochet era similar, siempre parecía muy débil. Esto crea en la población un sentimiento de compasión».