El banco central de Estados Unidos se prepara a bajar, el miércoles, sus tasas de interés por primera vez en once años, vaticinan los mercados, pero su comunicación dubitativa lo expone a los permanentes ataques de Donald Trump, que lo acusa de todos los males económicos.
El Comité Monetario (FOMC) concluye el miércoles una reunión de dos días tras la cual Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (Fed, el banco central estadounidense), realizará una rueda de prensa.
La Fed ya dijo en varias oportunidades que las incertidumbres comerciales, la debilidad del crecimiento económico mundial y sobre todo el bajo nivel de la inflación estadounidense (1,5% en mayo) son «una combinación de factores que refuerzan los argumentos en favor de una política económica más adecuada».
La cacofonía que domina la política de comunicación de la Fed, sobre todo la del presidente de su filial en Nueva York, John Williams, que llamó a una reacción rápida en caso de ralentización de la economía, hizo que durante cierto tiempo los mercados previeran que las tasas bajarían medio punto porcentual.
Pero como el crecimiento económico ha mostrado una cierta solidez, a pesar del tímido 2,1% del segundo trimestre de este año, esta esperanza de los mercados fue barrida de un plumazo.
Cerca de un 80% de los actores financieros apuestan a una reducción de un cuarto de punto, según la evolución de los productos a término seguida por el CME Group.
Los mercados bursátiles reaccionan por lo general muy favorablemente a una reducción del precio del dinero, que hace que las acciones de las empresas se vuelvan más rentables que las obligaciones.
«Una reducción de 0,25 puntos de base» ya ha sido decidida, aseguró a la AFP Nathan Sheets, economista jefe de PGIM Fixed Income y exsubsecretario del Tesoro.
Como otros economistas, Sheets concede que se podría objetar que tal vez sea mejor esperar, «pero el Comité Monetario está preocupado por la inflación».
Una inflación demasiado baja, mientras la Fed apunta a un objetivo de 2%, genera temor al círculo vicioso de una ralentización económica.
Sin embargo, con excepción de la debilidad de la industria manufacturera y las turbulencias en el frente comercial, los indicadores económicos están en verde, como los gastos de consumo (+4,3% en el 2T) o la tasa de desempleo, que se situó en 3,7% en junio, cerca de su nivel más bajo, cincuenta años atrás.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que critica sin cesar a la Fed y muy a menudo a su presidente, reclama una reducción de las tasas. El mandatario jamás digirió que el banco central haya aumentado el costo del dinero a fines de 2018.
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Las tasas se sitúan actualmente entre 2,25% y 2,50%. Desde fines de 2015 aumentaron nueve veces, luego de haber estado ubicadas durante ocho años en niveles cercanos a cero para respaldar el crecimiento económico tras la crisis financiera. Si se decidiera una reducción, sería la primera en once años.
Pero para el economista Douglas Holtz-Eakin, exdirector de la Oficina de Presupuesto del Congreso, la preocupación de los integrantes de la Fed respecto a la inflación «es solamente una excusa para satisfacer a los mercados y satisfacer al presidente».
«La Fed debería atenerse a una política monetaria a largo plazo y no a estos movimientos del día a día», señala.
Quincy Krosby, estratega en jefe de Prudential Financial, sostiene en cambio que la Fed cometió «un error» al aumentar las tasas a fines de 2018. «Lo sabe», y se dispone a corregirlo, dice.
«Un banco central tras otro están bajando ahora sus tasas», observa la analista haciendo referencia a las perspectivas de relajación de las tasas manejada por el Banco Central Europeo (BCE).
Diane Swonk, jefa del departamento económico de Grant Thornton, resume la difícil posición de la Reserva Federal, apretada entre dos fuegos, entre su necesidad de independencia y los palazos de Trump: «Es duro para la Fed, cuando hace lo que tiene que hacer todos piensan que está capitulando».
«El presidente vocifera tanto que está socavando la credibilidad de la Fed», dijo Swonk a la AFP.
La reducción de las tasas tiene también que ver, para el gobierno, con su voluntad de lograr que el dólar baje, una meta apenas velada a pesar de que el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, lo niegue.
Un dólar fuerte afecta las exportaciones estadounidenses, un problema grave en medio de la actual guerra comercial, y Donald Trump no ha cesado, en sus tuits, de acusar a sus socios de depreciar sus monedas en relación al billete verde.
Hoy, el dólar está relativamente fuerte.
«La sensibilidad respecto al valor del dólar se ha acrecentado. Si el BCE alivia significativamente su política monetaria, ello debería impulsar un aumento del dólar», pronostica Nathan Sheets. AFP