Christian Ulloa, como muchos otros empresarios colombianos, sintió un miedo muy familiar la semana pasada, cuando disidentes de la desmovilizada guerrilla de las FARC anunciaron su regreso a las armas.
Su padre estuvo secuestrado durante siete meses en el 2000 por los rebeldes, una práctica común de las FARC para obtener dinero, cuando era gerente de la empresa familiar de consultoría en ingeniería civil que asesora a petroleras y firmas de infraestructura.
Después de cuatro años de negociaciones, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) acordaron en 2016 dejar las armas y acabar un cruento conflicto de cinco décadas a cambio de beneficios económicos para excombatientes, bancas en el Congreso y garantías de seguridad para reintegrarse a la sociedad.
Sin embargo, algunos de ellos quedaron defraudados por los asesinatos de algunos desmovilizados, las amenazas y demoras en la ayuda monetaria bajo un Gobierno que buscó sin éxito impulsar castigos más duros y modificar el acuerdo.
Un grupo liderado por el guerrillero Iván Márquez, quien fue uno de los negociadores del acuerdo de paz, dijo sentirse traicionado y anunció en un video que volvía a la lucha armada con otros líderes de ese grupo.
“Da algo de incertidumbre, de inseguridad y de miedo en cuanto al futuro”, confesó el empresario Ulloa, de 34 años.
Márquez dijo que quiere “dialogar” con empresarios, ganaderos, comerciantes y la gente de mayores recursos para buscar que contribuyan al “progreso de las comunidades”. Aunque aseguró que evitará los secuestros, aclaró que para financiar su lucha buscará cobrar “impuestos” a las actividades ilegales como el narcotráfico, y a multinacionales que operan en el país.
“Esos bandidos lo que hacen es una serie de posturas totalmente ficticias y que son decorativas frente a lo que quieren llamar un diálogo con los empresarios”, dijo Jorge Enrique Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).
El regreso de Márquez y sus hombres a la clandestinidad de la selva y las montañas fue el golpe más grande para un proceso plagado de obstáculos, que pese a todo había logrado aplausos del mundo y despertado el optimismo en los inversores por haber desmovilizado a 13.000 rebeldes.
EVENTUALES BLANCOS
Para Control Risks, que evalúa riesgos políticos para inversionistas, los guerrilleros buscarán atacar la infraestructura energética en las zonas rurales.
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El presidente de la Asociación Colombiana de Minería, Juan Camilo Nariño, apuesta a que el Gobierno del presidente Iván Duque pueda contener la amenaza, pero subrayó que no hay que subestimarla.
“Es un reducto (de rebeldes) muy pequeño por lo que tenemos confianza en que la institucionalidad, la fuerza pública y el Estado puedan contener ese tipo de amenazas”, dijo a Reuters. “Pero sin duda son hechos, mensajes sobre los que los inversionistas toman nota”.
Según los organismos de inteligencia del Estado, las disidencias de las FARC agrupan alrededor de 2.300 combatientes, distribuidos en al menos 10 de los 32 departamentos del país, algunos en regiones productoras de hidrocarburos y minerales.
A pesar de todo, el ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo, descartó un efecto adverso de la amenaza de los grupos disidentes en la percepción de los inversores y aseguró que Colombia sigue siendo atractiva.
Según estimaciones del FMI difundidas semanas antes del anuncio de los disidentes, el país lograría una de las mayores tasas de crecimiento económico en la región este año.
“Creo que hay razones más profundas por las cuales se genera una dinámica de inversión en un país, razones relacionadas con la manera como se maneja la política monetaria o la política fiscal, con las oportunidades que hay en una economía”, explicó.
Los acuerdos de paz acarrearon un aumento en la llegada de turistas extranjeros, que se disparó un 61,5% a 4,2 millones el año pasado frente a los niveles del 2016.
El gobierno estima que el turismo puede generar alrededor de 6.000 millones de dólares anuales y unos 300.000 empleos, con lo que potencialmente se convertiría en el segundo generador de divisas del país, después de las exportaciones petroleras.
Pero no está claro aún cuánto podrían afectar los guerrilleros disidentes a la economía.
“No se puede sobrestimar la capacidad de daño de estos delincuentes, frente a un Gobierno firme y una Fuerza Pública comprometida, pero tampoco se puede subestimarlos. Son una amenaza”, dijo el presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos, José Félix Lafaurie, en una columna. Reuters