Muros bajos de arena en Manhattan y Brooklyn, dunas elevadas en las playas más expuestas, obras inmensas en estudio: Nueva York quiere ser un ejemplo de anticipación a la subida de las aguas, pero los trabajos avanzan lentamente y la factura se anuncia astronómica.
Desde el huracán Sandy del 29 de octubre de 2012 que dejó 44 muertos, daños por 19.000 millones de dólares y que paralizó durante días la capital económica estadounidense, los neoyorquinos ya no dudan del cambio climático.
En una ciudad tan densamente poblada que nadie imagina desertar los barrios en la costa más expuestos, para la alcaldía es una prioridad fortificar sus 850 km de costa, y anunció medidas para protegerse de tormentas y de la subida de las aguas, que podría alcanzar 1,80 m para 2100.
En el sureste, en el barrio de los Rockaways, cerca del aeropuerto J.F. Kennedy, y también al sur, en Staten Island, dos zonas duramente golpeadas por Sandy, se erigieron 15 km de barreras de dunas, y se vertieron millones de toneladas de arena para consolidar las playas de los Rockaways en Queens, o de Coney Island en Brooklyn.
Se gastaron más de mil millones de dólares para proteger la red eléctrica y el metro, indispensable para la circulación de los 8,5 millones de neoyorquinos.
Muros bajos de arena aparecieron sobre todo en varios barrios de Brooklyn o Manhattan, cerca de Wall Street, una medida de protección temporaria, por cinco años, mientras se construyen fortificaciones más duraderas para proteger el corazón histórico y financiero de Nueva York.
Según proyecciones oficiales, un 37% de los edificios del sur de Manhattan quedarán expuestos a tempestades para 2050, y un 20% de las calles corren el riesgo de inundarse regularmente para 2100.
– Una fortuna para proteger el estuario –
Las obras más ambiciosas no comenzaron: la alcaldía debe iniciar en 2020 trabajos a tres años para elevar el gran parque que bordea el East River en el sur de Manhattan.
El alcalde demócrata Bill de Blasio presentó en marzo un proyecto para proteger el extremo sur de Manhattan, donde se concentran el 10% de los empleos de la ciudad: sería prolongado por una lengua de tierra que permitiría ganar 150 metros al East River y «absorber la energía de una tormenta», explica Steve Cohen, experto en política ambiental en el Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia.
Pero estos trabajos llevarían años y costarían hasta 10.000 millones de dólares, con un financiamiento incierto.
Más allá de estos planes, el cuerpo de ingeniería del ejército estadounidense estudia planes para toda la región neoyorquina.
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En el otro extremo, por 15.000 millones, figura un proyecto más clásico de diques y barreras costeras que reduciría el riesgo en 25%.
– Retrasos inquietantes –
La decisión será tomada con la ciudad, pero una cosa es cierta: las obras se anuncian largas, y el presupuesto total de 20.000 millones previsto inicialmente es solo «un adelanto», según la alcaldía.
Algunos neoyorquinos se inquietan.
«Siete años después de Sandy, seguimos hablando de sacos de arena como principal defensa contra grandes tormentas (…) debemos despertarnos antes de que sea demasiado tarde», deplora Justin Brannan, concejal municipal de barrios en riesgo en Brooklyn, que preside la comisión municipal de «resistencia».
«Hay una brecha enorme entre lo que la ciudad de Nueva York ha podido hacer y lo que debe hacer», subraya Roland Lewis, presidente de la ONG Waterfront Alliance, activa en todos los problemas costeros neoyorquinos.
«Somos una de las mayores ciudades del mundo, somos muy ricos, y sin embargo, no somos capaces de protegernos frente a la nueva realidad» climática, lamentó.
Como muchos responsables neoyorquinos, Lewis deplora «un enorme vacío» a nivel federal: el gobierno de Donald Trump, escéptico sobre el cambio climático, no ayuda a la ciudad financieramente, pero además «actúa activamente en el sentido opuesto», suprimiendo leyes que buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en Estados Unidos.
Pese a los obstáculos y el riesgo de un nuevo huracán antes de que la fortificación termine, Cohen permanece sereno.
«Por supuesto, la gente preferiría que esto avance más rápidamente. Pero lo que parece un atraso es el resultado de muchos análisis y planificación», dijo. «Es mejor hacer bien las cosas» que correr y «cometer errores». AFP