El ataque iraní con misiles contra bases militares iraquíes en las que hay soldados estadounidenses fue una respuesta calibrada con cuidado y que podría calmar los ánimos y alejar la amenaza de escalada entre Teherán y Washington, coinciden expertos.
Tras haber prometido vengar la muerte de Qasem Soleimani, el artífice de su estrategia en Oriente Medio, Irán lanzó 22 misiles contra bases de la coalición internacional que albergan a soldados estadounidenses en Irak.
Pero estos ataques no mataron a «ningún estadounidense» y los daños materiales fueron «limitados», se congratuló el presidente estadounidense, Donald Trump, cuya reacción se esperaba con impaciencia, en un discurso solemne en la Casa Blanca.
«Irán parece estar reculando», observó, rodeado de altos responsables del ejecutivo y del Pentágono, y añadió que Estados Unidos está «listo para abrazar la paz con todos los que la buscan».
Así, Trump adoptó un registro más político, lejos de cualquier escalada militar, y anunció nuevas sanciones contra Irán, al tiempo que pidió a los europeos que abandonen el acuerdo sobre el programa nuclear iraní, del que Estados Unidos se retiró de forma unilateral en 2018.
«No buscamos una escalada o la guerra», había asegurado previamente el ministro iraní de Relaciones Exteriores, Mohamad Javad Zarif, que precisó que las represalias «proporcionadas» de la noche habían «terminado». No obstante, el guía supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, consideró que esta «bofetada» a Estados Unidos no era «suficiente para este caso».
– «Cuadratura del círculo» –
Según varios analistas, el gobierno iraní se apresuró a responder para contentar a su opinión pública. Eso sí, lo hizo mesurando su respuesta para evitar desencadenar una confrontación a gran escala con su archienemigo.
«Con estos ataques, Teherán mostró su capacidad y su determinación para responder a los ataques estadounidenses, salvando la cara, pero poniendo cuidado al elegir sus objetivos para evitar causar víctimas y provocar, así, una reacción de Trump», apuntó Annalisa Perteghella, especialista en Irán en el instituto de análisis geopolítico italiano Ispi. «Ahora, la pelota está ahora en el campo estadounidense».
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Al final, Donald Trump incluso reiteró su propuesta de negociaciones con Irán sobre su programa nuclear y su influencia en la región, aunque sigue planteando unas condiciones que Teherán difícilmente aceptaría.
«Esa posibilidad vuelve, al menos virtualmente», destacó, prudente, François Heisbourg. «Habida cuenta de los acontecimientos de los últimos días, esto no está claro en absoluto, pero Trump también mostró que sabía actuar con brutalidad. Nadie podrá acusarle de actuar desde una posición de debilidad», añadió.
– «Puñalada trapera» –
Con todo, varios analistas sostienen que cabe esperar que Teherán continúe con sus actividades de desestabilización en la región a través de sus supletorios.
«La respuesta iraní son fuegos artificiales, hace creer que se trata de una respuesta, porque ellos no tienen interés en echar más leña al fuego. Lo que hay que esperar ahora es la puñalada trapera, que vendrá más tarde», afirmó Thomas Flichy de La Neuville, investigador asociado en la universidad de Oxford.
«Nadie desea una confrontación a gran escala, ni Trump, por razones electorales, ni tampoco de lado iraní, pues Teherán no tiene los medios, ni económicos ni militares. Pero este tipo de situación puede desbordarse. Los riesgos son altos», advirtió Marc Finaud, exdiplomático francés y experto del centro de reflexión Geneva Center for Security Policy.
Con los bombardeos, «los iraníes limpian su nombre, lo que es un factor muy importante, debido al valor de Soleimani. La cuestión es saber si eso les bastará», apuntó John Raine, experto en geopolítica en el centro de reflexión británico International Institute for Strategic Studies (IISS), temiendo que Teherán se plantee «ataques contra intereses estadounidenses en otras partes de la región, especialmente en países en los que Irán tiene influencia». AFP