«¡Vamos a pasar esa valla!» Mustafá inició hace dos años una larga y peligrosa odisea desde Guinea, su país natal, hasta Marruecos, con la esperanza de atravesar la valla que separa el reino norteafricano del enclave español de Ceuta.
Hace meses, él y otros migrantes aún pernoctaban en campamentos no lejos de centros urbanos. Hoy, cerca ya de la valla fronteriza, prefieren esconderse, temiendo las oleadas de detenciones de la policía, denunciadas por las ONG.
En efecto, con las presiones europeas y las inversiones concedidas a Marruecos para reforzar su frontera, el cerco se ha estrechado en torno a estos migrantes.
Mustafá, de 18 años, se esconde en el bosque de Belyounech, a algunos kilómetros de Ceuta.
Con paso incierto y mirada desconfiada, el joven se aventura a cara descubierta hasta una carretera para pedir algunas monedas, alimentos o agua. Pocos automovilistas le hacen caso.
«Mi sueño es vivir en Noruega, y ser un DJ», dice con su mochila de escolar, y sus zapatillas raídas.
Junto a dos compañeros, Ahmed y Omar, ambos de 17 años, el trío inició el periplo en Conakry, atravesando Mali y Argelia, antes de entrar en Marruecos. «No fue fácil», dice.
«Abandoné mis clases en el liceo por este viaje», explica Mustafá. Para llegar a Ceuta, espera atravesar la valla alambrada que, como la del otro enclave español, Melilla, es la frontera terrestre entre África y Europa.
– «Deportados» –
A la espera de intentarlo, muchos migrantes, como Mustafá, prefieren confinarse en los precarios campamentos creados en los bosques, por temor a la policía y lejos de las miradas.
En Nador, ciudad fronteriza con Melilla, la Asociación marroquí de derechos humanos (AMDH) denuncia «graves y reiteradas violaciones», con migrantes «encerrados ilegalmente en condiciones difíciles», así como «deportaciones» hacia regiones aisladas.
«Las autoridades entran en el bosque para buscarnos, y si nos encuentran, nos expulsan», cuenta Mustafá, que espera que se presente la «buena ocasión para pasar» la valla fronteriza.
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Quienes son detenidos son enviados en autobús al sur de Marruecos, o expulsados por avión hacia sus países de origen, según testimonios recabados por la AFP.
Pero Marruecos reivindica una política migratoria «humanista»: desde 2014, el país ha llevado a cabos dos campañas de regularización, concediendo permisos de residencia a unos 50.000 clandestinos.
– Mejor que Libia –
Pese a las crecientes dificultades, los migrantes prefieren la travesía de Marruecos a la ruta libia: «Allá, hay violencia, mis amigos intentaron pasar y me dijeron que era difícil», relata Ahmed.
«Hemos decidido irnos para tener un futuro. No hay nada que hacer en Guinea» confía Omar.
Los guineanos constituyen el primer contingente africano en ingresar a Europa por el Mediterráneo occidental.
Como los demás migrantes, este trío tiene una imagen idealizada de la vida en Europa, que no conocen
Aunque algunos intentan tomar por asalto las grandes vallas de Ceuta y Melilla, otros optan por atravesar el Mediterráneo en precarias embarcaciones, que pueden terminar en tragedia: en los diez primeros meses del año pasado, 325 personas murieron según la ONU. En 2018, en el mismo período, se registraron 678 víctimas mortales.
«Yo no tengo los medios para intentarlo por mar, es muy caro», dice Ahmed.
En los últimos meses, los esfuerzos de las autoridades marroquíes han permitido reducir esos flujos migratorios. Según el ministerio español de Interior, unos 32.500 migrantes entraron en 2019 clandestinamente a España por vía terrestre o marítima, la mitad que en 2018.
En 2019, la Unión Europea concedió 140 millones de euros para apoyar las acciones de Marruecos contra la migración clandestina. España también ha aportado ayudas suplementarias a Rabat, que niega haberse convertido en el policía migratorio de Europa. AFP