Cientos de millones de personas en todo el mundo se estaban adaptando el miércoles a medidas extraordinarias para combatir la pandemia del coronavirus, que no sólo está matando a los ancianos y vulnerables, sino también amenaza al mundo con largo período de miseria económica.
La enfermedad de rápida propagación, que saltó de los animales a los humanos en China, ha infectado a más de 204.000 personas y ha causado unas 8.700 muertes en 164 países, provocando confinamientos y estímulos económicos no vistos desde la Segunda Guerra Mundial.
“No hemos vivido nada igual”, dijo el presidente de España, Pedro Sánchez, a un parlamento casi vacío.
“Nuestra sociedad, que se había acostumbrado a incorporar cambios que ensanchaban las posibilidades de conocimiento, de disfrute, de salud y de vida, se encuentra ahora librando una guerra para defender lo que ya dábamos por cierto: la seguridad de movernos con libertad, la libertad de relacionarnos en la proximidad”, añadió.
Había una alarma particular en Italia, que ha sufrido una tasa de mortalidad inusualmente alta (2.503 de 31.506 casos) y estaba reclutando a miles de estudiantes de medicina y doctores jubilados para ayudar a un servicio de salud desbordado.
En todo el mundo, tanto ricos como pobres veían sus vidas sacudidas por la cancelación de eventos, tiendas desabastecidas, lugares de trabajo vacíos, calles desiertas y escuelas cerradas.
“La limpieza es importante, pero aquí no es fácil”, dijo Marcelle Diatta, de 41 años y madre de cuatro hijos en Senegal, donde altavoces instaban a las personas a lavarse las manos, pese a que el agua a menudo se corta en su barrio.
La crisis ha creado una ola de solidaridad en algunos países, con vecinos, familias y colegas que se unen para atender a los más necesitados, incluida la entrega de suministros en las puertas a quienes están obligados a permanecer aislados.
En las colinas del sur de España, hay aplausos todas las tardes a las ocho de la noche cuando los vecinos aislados agradecen desde sus balcones y ventanas a los servicios de salud por su trabajo, y en varios países las tiendas están estableciendo horarios especiales para los ancianos.
¿LARGA RECESIÓN O REBOTE?
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“Esto es algo que ocurre una vez en 100 años”, dijo el primer ministro australiano Scott Morrison, advirtiendo que la crisis podría durar seis meses y que su país se convertía en el más reciente en restringir las reuniones y viajes al extranjero.
El dinero extra de los gobiernos y los bancos centrales no ha logrado calmar los mercados: las acciones y los precios del petróleo volvieron a desplomarse.
Tras la disminución del coronavirus en China, donde surgió a fines del año pasado, los optimistas predicen un repunte una vez que la epidemia supere su pico en otros lugares, con la esperanza de que sea en unos meses.
Los pesimistas tienen en cuenta la posibilidad de brotes recurrentes y años de dolor, algunos incluso comparan la situación con la Gran Depresión de la década de 1930.
En el terreno, millones de trabajadores temen por sus trabajos. Restaurantes, bares y hoteles han cerrado, y las aerolíneas, ante la peor crisis que se recuerda, ya han despedido o concedido permiso sin goce de sueldo a decenas de miles.
El estado de Nevada en Estados Unidos ordenó el cierre de toda la industria turística y de entretenimiento que emplea a 355.000 personas, o un cuarto de todos los puestos de trabajo estatales.
Sin embargo, algunas fricciones geopolíticas continuaron de manera normal, o incluso fueron exacerbadas por la crisis. Un documento de la Unión Europea acusó a los medios rusos de avivar el pánico en Occidente a través de información errónea sobre la enfermedad.
Moscú ha negado las acusaciones en el pasado. Reuters