Hayk Harutyunyan regresó entusiasmado a Armenia para fundar una empresa después de la revolución de 2018 que provocó un despegue económico en este país pobre del Cáucaso. Dos años más tarde, la COVID-19 trastocó sus planes.
Harutyunyan, de 42 años, se fue de la antigua república soviética con su familia después de la disolución de la URSS, como cientos de miles de compatriotas, y a su vuelta de Argentina abrió una fábrica de chocolate con otro exemigrante.
Está situada a las afueras de la capital, Ereván, y es una de las decenas de empresas florecientes creadas después de la revolución.
Según el empresario, el éxito fue posible gracias a las reformas del primer ministro Nikol Pashinian, que llegó al poder después de una ola de protestas masivas entre marzo y mayo de 2018, y que condujeron a la caída de la antigua élite considerada autoritaria y corrupta.
Bajo su batuta, el gobierno ha multiplicado los esfuerzos para apoyar a las pequeñas empresas, mientras intenta mantener apartados a los oligarcas ricos y los grandes monopolios, considerados cercanos al antiguo régimen.
«Pero hoy estamos en el limbo. La incertidumbre es lo peor para los negocios», lamenta Hayk Harutyunyan, quien tuvo que reducir la producción en un 90% debido a la pandemia del nuevo coronavirus.
Las autoridades armenias declararon en marzo el estado de emergencia e impusieron el confinamiento de la población, dos medidas que han paralizado la economía, como ocurre en otras partes del mundo. Por el momento el país ha registrado oficialmente 1.159 casos y 18 muertes.
– «Revolución económica» –
El golpe es especialmente fuerte porque Armenia, después de décadas de pobreza, registraba el mayor crecimiento del Cáucaso, superando incluso a Azerbaiyán, rico en petróleo, y a Georgia, mimada por Occidente. En 2019, el Producto Interior Bruto (PIB) creció un 7,6%, según el Banco Mundial.
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El año pasado, las agencias de calificación financiera Fitch y Moody’s elevaron la nota de Armenia en un peldaño.
Pero llegó la COVID-19. El Banco Central prevé ahora un crecimiento del 0,7% para 2020, en vez del 4,5% pronosticado inicialmente.
Todos los sectores económicos se verán afectados, sobre todo el turismo y la construcción. Se espera que las importaciones disminuyan un 11% y las exportaciones un 7%, afirma el Banco Central, que también prevé una fuerte caída de los fondos enviados por los emigrantes desde el extranjero.
Sobre todo porque el mundo podría afrontar en 2020 la peor recesión desde la Gran Depresión de 1929, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En marzo, el gobierno armenio decidió desembolsar una primera ayuda a la economía de 277 millones de euros mediante pagos directos a las empresas y una exoneración fiscal.
«Hablábamos de un crecimiento económico del 7 u 8%, pero debemos olvidar estas cifras y lanzar una revolución económica», estimó el primer ministro Nikol Pashinian.
Porque Armenia debe mantener sus reformas incluso «en este momento crítico» y no perder de vista su objetivo: «La transición de una economía de subsistencia tradicional a una lógica de desarrollo para reforzar su competitividad». AFP