
Apoyada contra la pared de un hospital para no perder el equilibrio, Elena Suazo se puso pantalones protectores azules. Luego un delantal quirúrgico y guantes blancos. Finalmente estuvo lista para ingresar al pabellón de los pacientes con COVID-19.
Suazo no es una enfermera. Es una empleada de la cafetería de un jardín de infantes de Caracas.
También es una buena hija, cuyo padre, de 76 años, la esperaba adentro. En este país donde nada funciona, la única forma de asegurarse de que un paciente recibe la atención que necesita es que ella misma se ocupe, sin importar los riesgos a los que se expone.
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Los hospitales de la otrora rica Venezuela carecen de suficientes médicos y enfermeras para hacer frente a la pandemia del coronavirus. Miles de médicos y otros trabajadores de hospitales emigraron en los últimos años y se cerraron pabellones en algunos hospitales. Otros siguen funcionando, pero están desbordados.