Canadá vive uno de los peores momentos en la historia de la democracia, que hoy se rompe, se destruye, se aniquila a manos de un primer ministro que resultó dictador.
Este es el sentir de la mayoría de los canadienses que hoy se mantienen en lucha por el rescate de su libertad y derechos consagrados en la Consitución del país y que hoy delberadamente, se pisorean por Justin Trudeau, que desde hace años había dado señales de pretender apoderarse de un país que dice el pueblo con toda razón: «Ni le pertenece, ni le pertenecerá nunca».
Trudeau, que desde hace tiempo dejó de ser considerado un primer ministro aceptado por su pueblo, se ha convertido hoy por hoy, junto con Otawa, en persona considerada represor del prueblo y asesino de la democracia.
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Las fuerzas armadas que deberían proteger a los canadienses se han convertido en «bestias» agresoras de los libertadores. Por órdenes de Trudeau, encarcelan, golpean y pisotean al pueblo que ha servido de inspiración a muchos otros países del mundo que han despertado y se manifiestan en contra de los gobiernos que consideran asesinos de la libertad.
Pese a la guerra dispar que se ha iniciado en contra de los canadienses, han asegurado que no darán un paso atrás y que la única salida a la licha por la libertad es la salida de Trudeau del poder.