La llamada «Ley de Emergencia» que cobardemente ha impuesto a los canadienses su primer minnistro, Justin Trudeau, se ha convertido en la fachada de quien hoy es calificado como dictador, para aplastar a los ciudadanos que le mantienen su nivel de vida.
Arrepentidos de no haber luchado antes por detener la permanencia en el poder canadiense de Trudeau, miles y millones de canadienses, consideran que la «Ley de Emergencia», invocada por el primer ministro, no es otra cosa que dar rienda suelta a las arbitrariedades más grotezcas que se hayan vivido en la historia moderna de la humanidad.
Desde la Segunda Guerra Mundial no se habían registrado atropellos como los ocurridos en Canadá, por lo menos en el mundo occidental.
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Además, se han congelado las cuentas bancarias de canadienses que apoyan la lucha por la libertad; se han retenido tráileres, por mencionar algunos de los movimientos claramente dictatoriales del gobierno canadiense.
