Las aerolíneas de Doha, Dubái y Abu Dabi luchan para convertirse en escala obligatoria entre Europa y Asia con enormes inversiones en flota e infraestructura
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En el aeropuerto de Hamad, en Doha (Qatar), hay una terminal y una sala de espera reservada en exclusiva para la familia real. Es solo una de las particularidades de este enorme aeropuerto, estrenado el año pasado, que huele todavía a nuevo. Costó más de 13.000 millones de euros y, además de 40 puertas de embarque para 30 millones de pasajeros, alberga un hotel de lujo, una piscina cubierta, pistas de squash y un centro comercial donde abundan las joyerías. El complejo sustituyó al antiguo aeródromo de la ciudad. Las viejas pistas de aterrizaje no encajaban con la flamante aerolínea estatal,Qatar Airways, que vive una auténtica explosión.
Qatar Aiways y sus competidoras del golfo, Emirates y Etihad, no son solo compañías aéreas, sino el corazón de la estrategia de los emiratos, que aspiran a lograr que los flujos de dinero y poder mundial tengan parada asegurada en sus capitales, cueste lo que cueste. Los 146 aviones de Qatar Airways tienen una sola base: Doha. A una hora de vuelo de allí, en Dubái, la aerolínea Emirates conecta esta ciudad con 145 capitales, con una flota de 231 aviones. Este año ha lanzado un plan para ampliar su plantilla: contratará a 11.000 nuevos empleados. Y a una hora en coche de Dubái, en Abu Dabi, es Etihad la encargada de hacer crecer la influencia de esta urbe edificada sobre la arena del desierto, con conexiones con un centenar de ciudades.