Israel acude este martes a las urnas, apenas 14 meses después de los últimos comicios. La inestabilidad, de nuevo, está presente en un país donde nunca se acaban las legislaturas y donde nunca, nadie, ha logrado una mayoría absoluta sin alianzas. ElLikud del actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, llega al día D como segundo en intención de votos. La coalición de centro progresista, Unión Sionista, le va adelantando, con un discurso más centrado en los problemas económicos de los ciudadanos y menos en la seguridad. Estas son las claves del combate electoral:
1. ¿CÓMO ESTÁN LAS ENCUESTAS?
Tras meses de campaña lenta y de empate virtual, la coalición de centro izquierda de Unión Sionista llega a la jornada electoral con una ligera ventaja, entre 24 y 26 escaños, frente a los entre 20 y 22 del Likud. Sin embargo, los tres partidos menos conservadores y que se han mostrado más dispuestos a pactar entre ellos -la citada Unión más Yesh Atid y Meretz- llegarían a los 41 como máximo, cuando necesitan 61 para lograr la mayoría absoluta sobre los 120 parlamentarios de la Knesset. Hará falta una alianza de conveniencia, no ideológica, para sacar un Gobierno factible adelante.
2. ¿QUÉ ALIANZAS PUEDEN FORJARSE?
Tanto la izquierda como la derecha necesitarán para crear un gabinete la ayuda del nuevo centro de Moshe Kahlon, ex ministro de Comunicaciones con Netanyahu, muy popular por haber liberalizado la telefonía, con la consiguiente bajada de los precios. Su nuevo partido, Kulanu, se deja querer, con ocho escaños en las encuestas. Kahlon se confiesa ideológicamente del Likud, que ya le ha prometido la cartera de Finanzas si se alía con ellos, pero su pragmatismo y ganas de poder lo acercarán a quien tenga más posibilidades de formar equipo.
Puede que con él sólo no baste y haya que recurrir a partidos religiosos como el Shas o Judaísmo Unido de la Torá (entre seis y siete diputados cada uno). Pese a lo que pudiera parecer, no tienen remilgos en apoyar al centro-izquierda si con ello logran fondos para su minoría ultraortodoxa y sus escuelas confesionales. Netanyahu, aún siendo segundo, tiene el terreno allanado para esta alianza, igualmente, porque la forman personas o formaciones que ya han sido sus socios. La izquierda tendrá que ceder o prometer más para crear un gabinete sólido.
3. ¿QUÉ MATERIAS HAN CENTRADO LA CAMPAÑA?
Netanyahu, que aspira a ser elegido por cuarta vez como primer ministro -sería su tercera legislatura consecutiva-, apostó fuerte al inicio de la campaña por temas en los que, lo sabe, no tiene competidor: los de la seguridad nacional. Su
discurso en el Congreso de EEUU previniendo contra los peligros del programa nuclear iraní pretendía azuzar el miedo al enemigo exterior y demostrar su fortaleza, con ataque incluido a Irán si hace falta, para evitar la «desaparición de Israel».
Su otro gran caballo de batalla es el conflicto con los palestinos: no dividirá Jerusalén para ceder la mitad que la comunidad internacional califica de ocupada y, desdiciéndose de sus propias palabras, ahora sostiene que si es reelegido «no habrá estado palestino».
Pero su estrategia no le ha salido bien. Los israelíes están ahora más preocupadlos por su día a día, la subida de los precios de la cesta de la compra y la vivienda, sobre todo. Herzog ha sabido adueñarse del discurso de los indignados, que en 2011 pusieron a más de medio millón de ciudadanos en la calle reclamando justicia social. Lo doméstico más urgente es comprar un piso y el pan del día. Netanyahu no ha sabido subirse a ese tren en marcha. Los analistas sostienen que ese alejamiento de la calle, aderezado con escándalos de gastos estratosféricos por parte del primer ministro y su esposa, le han pasado factura.
4. LOS FALLOS DE NETANYAHU
El actual primer ministro adelantó las elecciones porque veía conspiraciones diarias en sus socios y porque la izquierda estaba deshilachada, sin líder, débil. Pero el cansancio de los votantes, que quieren un cambio pero no saben bien hacia dónde lo quieren, ha llevado a que se acerquen más a un político infinitamente menos carismático, como Herzog.
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Netanyahu ha minusvalorado los problemas de los israelíes: aunque el país crece un 2,9% del PIB y el paro es del 6%, hay mucha economía sumergida y mucha media jornada que no da para vivir, en un país con elevadas comisiones bancarias, al alza. Hoy hacen falta 137 sueldos completos para pagar un piso medio, 11 años y medio de trabajo. Los precios de la vivienda, durante los mandatos de Netanyahu, han subido un 55% en compra y un 30% en alquiler.
«La carestía de la vida es importante, pero más lo es la propia vida», defendía el conservador, tratando de aferrarse a su discurso anti-Irán, cegato. Los demás ni han hablado del tema. El foco -ellos sí lo entendieron- era otro. El 55,2% de los israelíes confirma que los asuntos sociales son los que más pesarán en su voto. Sólo un 28,4% prioriza la seguridad.
5. LA SORPRESA DE LOS ÁRABES
Casi el 21% de la población israelí es árabe, palestinos que se quedaron a este lado de la frontera en la guerra de 1948. Su movilización es escasa en las elecciones, porque no suelen verse representados por su Gobierno. Pero esta vez las cuatro fuerzas que sí los representan han decidido presentarse conjuntamente con Ayman Odeh como líder y la participación se espera elevada. Las encuestas les dan entre 12 y 13 escaños, lo que los convertiría en la tercera fuerza y llave de Gobierno, los «hacedores de reyes», en jerga anglosajona.
6. ¿QUÉ PASA CON PALESTINA?
Nada, lamentablemente. Ningún partido le ha prestado atención. El centro izquierda siempre ha sido más favorable al diálogo con el adversario. La ex ministra de Justicia, Tzipi Livni, que va en la lista de Unión Sionista con los laboristas de Herzog, fue de hecho la última negociadora en el proceso que acabó en fracaso el pasado abril. Sin embargo, tampoco dan pasos firmes hacia la paz. No tienen una política clara sobre asentamientos -que han ido creciendo desde los años 70 con todos los Gobiernos, de cualquier color-, aunque prefieren frenar ligeramente las construcciones para no enemistarse más con EEUU.
Netanyahu dice que son débiles, que cederán y que partirán el territorio si llegan al poder. Él apuesta por seguir como hasta ahora: sin ceder la creación de un estado palestino y ahondando en la colonización, con 600.000 israelíes viviendo ilegalmente ya en Jerusalén Oriental y Cisjordania.
El presidente palestino Mahmud Abbas es pesimista: si ganan los moderados se pondrán de perfil y poco avanzará y si gana la derecha recalcitrante, la presión sobre su pueblo será aún mayor, con riesgo de más potentes ofensivas en Gaza, por ejemplo. Nada esperanzador.
7. LA CLAVE DE LOS INDECISOS
Los indecisos son casi el 20% de los 5.883.365 israelíes que están llamados este martes a las urnas. Con ellos está en juego el escaso margen que puede autorizar a un bloque o al otro a formar equipo. En un país sin jornada de reflexión, ayer se multiplicaron los mensajes destinados a este grupo.
8. LOS DESINFLADOS
El grupo centrista formado por el ex presentador de televisión Yair Lapid, Yesh Atid, ha sufrido un gran descenso. En las elecciones de 2013 obtuvo, para sorpresa de todos, 19 escaños convirtiéndose en el segundo partido más votado. Sin embargo, los sondeos le pronostican para el 17 de marzo un máximo de 12. Tras el enfado monumental de Lapid con Netanyahu, que lo destituyó como ministro de Economía por temer que le moviera la silla, parece complicado que pacte de nuevo con la derecha. Podría ayudar a Herzog. El actual canciller, el ultraderechista Avigdor Lieberman, se espera que no logre más de 5 escaños.