En su baile con el dólar, el peso mexicano ha perdido más de un 10% en los últimos cinco meses y cotiza cerca de los niveles más bajos de su historia. Los bancos han llegado a vender cada billete verde por 15,78 pesos, una depreciación aún más profunda que la registrada en los peores momentos de la crisis financiera mundial, en 2009. Pero EE UU ha recuperado el pulso. La época del dólar débil terminó y el nuevo escenario plantea ventajas e inconvenientes para la economía mexicana.
La principal causa del desmoronamiento del peso —como de la mayoría de divisas en relación al dólar— es la subida de tipos por parte de la Reserva Federal (FED), prevista para junio. Tras seis años de dinero barato y estímulos monetarios, la locomotora estadounidense toma velocidad de nuevo. Desde que la FED abrió a mediados del año pasado la puerta a la subida de tipos, la ruta de los flujos de capital está volviendo a girar hacia el norte, después de un lustro refugiándose en las jugosas rentabilidadedes de los mercados emergentes.
El frágil crecimiento de la economía mexicana, provocado en gran medida por el desplome del precio del petróleo, también ha influido. El barril de mezcla mexicano lleva en caída libre desde junio, acumulando un descenso de más del 60%. En los tres primeros meses de 2015, el Banco de México ya ha ejecutado su primer tijeretazo a las expectativas de crecimiento hasta una horquilla de entre 2,5% y 3,5%.
Como medida preventiva, México lleva meses inyectando dólares en el mercado a través de subastas especiales y a tipos más bajos con la esperanza de que a mayor oferta, la presión cambiaria se suavice. La iniciativa, que no es nueva, ha logrado amortiguar el golpe, pero los especialistas auguran una larga temporada de dólar caro y peso barato.
Un abaratamiento del peso hace más competitivas las ventas de las empresas mexicanas al exterior. Sobre todo, porque el primer destino de las exportaciones, más del 80% del total, es EE UU. Un mayor apetito del vecino del norte por el sector del automóvil o manufacturero es sin duda una buena noticia. Además, ante el estancamiento del consumo interno y la inversión, las exportaciones podrían servir de palanca para reanimar la economía. En todo caso, “el efecto no se verá en el corto plazo, porque México tiene un déficit de cuenta corriente”, advierte Gabriela Siller, directora de análisis de Banco Base.
La piedra en el zapato es nuevamente el precio del petróleo. Como país productor, México podría ver desbaratado el efecto positivo en las exportaciones debido a la fuerte caída del valor de la materia prima. Las exportaciones petroleras de México registraron una caída anual del 47,3 % el año pasado.
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El nuevo escenario también podría tener un efecto llamada en el sector turístico y hostelero. A los extranjeros con monedas fuertes en sus bolsillos, les saldrán más baratas las noches de hotel en las playas de Cancún o los restaurantes de Yucatán.
En 2014 entraron en el país 210 millones de visitantes. La llegada de turistas internacionales se elevó ligeramente hasta los 79.819, aunque todavía muy por debajo de los máximos de 2009. La ocupación hotelera en Acapulco, la antigua joya del Pacífico, ha estado por debajo del 50% en lo que va del año, golpeado por los altos niveles de violencia e inseguridad.
“La depreciación sostenida de la moneda nacional podría representar un riesgo al alza para la inflación”, advirtió recientemente el gobernador del Banco de México. La tasa anual en el mes de febrero fue del 3%, un nivel moderado y dentro de objetivos, amortiguada en gran medida por la bajada de los precios de la energía y el débil crecimiento.
Por otro lado, México importa más de lo que exporta y estos desequilibrios en la cuenta corriente sí pueden empujar al alza la inflación. México compra al exterior, sobre todo a EE UU, más del 50% de la gasolina que se consume en el país. Comprar en dólares caros calentaría los precios. Una subida del valor de los productos básicos afectaría con dureza a los 22 millones de trabajadores mexicanos que, pese a cobrar dos veces el salario mínimo (4,5 dólares al día), son pobres.
Durante estos seis años de dólar barato, las empresas mexicanas duplicaron el saldo de su deuda externa en moneda estadounidense hasta los 115.389 millones de dólares. El cambio de escenario significará un aumento de la carga del principal y de los intereses, lo que multiplica el riesgo de suspensiones de pagos y la aversión de muchos inversores.