Fue la última aparición pública de Fidel Castro. Decidió marcar una fecha histórica inaugurando la galería de un amigo.
Cuando se cumplían 55 años de la entrada del ejército revolucionario a La Habana, el octogenario líder cambió la Plaza de la Revolución -el sitio de sus históricos discursos- por un espacio cultural: el estudio del internacionalmente galardonado artista cubano Alexis Leiva Machado, K’cho.
Un año después del rimbombante lanzamiento, K’cho revolucionó la propia revolución introduciendo un elemento hasta el minuto inaccesible para el cubano medio: el primer punto público de acceso gratuito a wifi en su centro cultural.
K’cho utilizó su propio acceso a internet, aprobado por el gobierno, para alimentar el hub. Operar un servicio de estas características en La Habana cuesta unos US$900 mensuales.
«Mi interés es que el arte, el conocimiento, destruya tabúes, limitaciones, abran puertas y haga que la gente crezca. Wifi es un punto de la evolución, de la tecnología humana que tenemos que aprender a utilizar», le dice K’cho a Will Grant, corresponsal de la BBC en Cuba.
El escultor de balsas que vive en La Habana
Cuando habla K’cho, se le escucha. Es uno de los pocos artistas plásticos cubanos que ha desarrollado una prodigiosa carrera internacional y sigue radicado en la isla.
De padre carpintero y madre artista popular, Leiva ha dedicado parte importante de su trabajo a desarrollar el arte a los sectores más populares. El centro cultural inaugurado por Fidel Castro queda en Romerillo, uno de los barrios más humildes de La Habana.
Quienes lo conocen aseguran que es extrovertido y dueño de una fuerte personalidad.
«K’cho es un creador bastante conflictivo en su personalidad, pero sólido en su obra», le explica a BBC Mundo Israel Moleiro, director de la Latin Art Core Gallery de Miami.
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Su trabajo se centra en la migración, con sus características esculturas de balsas, que muchos asociaron al principio de su carrera en 1990 a la emigración de cubanos a Miami.
Pero el artista y hoy miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento cubano) no tarda en aclarar que su obra no tiene nada de antirrevolucionaria.
«Yo soy un producto 100% de la revolución y soy 3.000% revolucionario. Que nunca nadie lo dude, que yo todo lo que hago lo hago por la revolución y para la revolución», le dice a la BBC.
Al principio su trabajo era poco conocido en las galerías de arte de la isla. «A ningún pintor sin fama, en ninguna parte de Cuba se le abren las puertas», explica Moleiro.
Pero su gran salto a las ligas internacionales llegó al ganar la Bienal de Kwangju en Corea del Sur en 1995. Tenía 25 años.
Y tras la bienal, esas puertas se abrieron de golpe para el joven talento. Dos de sus obras fueron adquiridas por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
El propio Fidel Castro escuchó de su trabajo y lo apadrinó. «Es como un hijo para él», asegura Moleiro.
Además, en esos años en Cuba ocurría otro fenómeno que ayudó a impulsar la carrera de K’cho.
«Hay que reconocer que desde el principio a él le fue muy bien. Pero también ocupó un espacio que le dejamos la generación de nosotros que nos fuimos de Cuba», le explica a BBC Mundo Gustavo Acosta, artista cubano radicado en Miami.