México ha tapado los agujeros de financiación de la administración central a golpe de moneda extranjera y a un plazo larguísimo. El Gobierno federal salió esta semana a los mercados internacionales para ofrecer bonos soberanos emitidos en euros y a pagar en 100 años. La respuesta de los inversores fue contundente. Acudieron a la llamada con una voracidad mayor que en las otras ocasiones en que México había ofertado títulos a tan largo plazo, hasta situar las tasas de interés en un holgado 4,2% y el monto captado en 1,500 millones de euros, el máximo previsto.
Con esta jugosa colocación, México cubre totalmente las necesidades de financiación externa del Estado central para lo que queda de año. Un 2015 no especialmente amable para las finanzas públicas del país, atenazadas por la abrupta caída del precio del petróleo –que supone un tercera parte de los ingresos del Estado– y la debilidad del peso en su baile con el dólar ante la expectativa de un subida de tipos por parte de la Reserva Federal. Dos embestidas externas que previsiblemente seguirán haciendo mella al menos hasta el año próximo y que ya se han cobrado un considerable tijeretazo en el gasto público mexicano.
El secretario de Hacienda Luis Videgaray celebró la jugada en su cuenta de twitter: “Somos el primer país en emitir en euro a ese plazo”. Esta no es la primera vez que México se lanza a los mercados internacionales en euros –en febrero vendió papel por 2.500 millones en moneda europea a 10 y 30 años– ni que ofrece a los inversores una factura a un siglo vista. El año pasado colocó 1.000 millones en libras esterlinas y en 2011, otro tanto en moneda estadounidense. En ambas ocasiones el apetito de los inversores fue menor que en esta última aventura, exigiendo a cambio tasas más altas, del 5,75% y un 5,95%, respectivamente.
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Esta vez la demanda superó en más de cuatro veces la oferta, hasta alcanzar los 6.343 millones de euros. Otra prueba de confianza para el Tesoro mexicano. “El gobierno ha aprovechado dos circunstancias ventajosas. Por un lado las bajas tasas de interés en la zona euro, que está en niveles de mínimos históricos bajos. Por otro, el apetito de los inversores por entrar en economías emergentes solventes”, apunta Gabriela Siller, directora de análisis de Banco Base.
El escenario económico en el Viejo Continente, acechado por la sombra de la deflación –precios derrumbados y crecimiento estancado –, provocó en marzo la salida al ruedo del Banco Central Europeo. Emulado la reacción de la Reserva Federal, aunque con siete años de retraso, Mario Draghi anunció en marzo un programa de compra masiva de bonos públicos para inyectar liquidez al sistema, provocando a su vez una reacción en cadena que ha empujado a la baja los rendimientos de la deuda europea.
Esa es la coyuntura que ha aprovechado México. “Tener los tipos tan bajos incentivan a acudir a mercados europeos. Además cuenta con una buena reputación internacional. Pese a los contratiempos, sigue teniendo un gran potencial. Su déficit y su deuda están bajos. Sobre todo si se le compara con otros emergentes”, defiende Siller. Pese al anémico crecimiento de los últimos años –apenas ha superado el 2%– y el problema estructural de la pobreza y la gigantesca desigualdad de renta, según los índices macroeconómicos en que se fijan los inversores, México es un país de fiar. Con la inflación a raya, su nivel de deuda pública apenas roza el 40% y el déficit público está fijado en el 4% para este año.