“Los emigrantes en camino a Estados Unidos somos como una ovejita en medio de un montón de leones”, lamenta el hondureño José Luis Hernández, apostado frente a la Casa Blanca. Hasta ahí ha llegado para denunciar las penurias de los emigrantes centroamericanos indocumentados que, como él, intentan llegar a EE UU, en un peligroso viaje a través de México.
Mientras habla, se seca el sudor con el dorso de la mano izquierda, envuelta en una venda de la que solo sobresale un dedo. No tiene otra forma de hacerlo: perdió el brazo y la pierna derechas, así como parte de la mano izquierda en 2006 cuando, como tantos antes y después que él, se cayó de La Bestia, el tren de mercancías sobre el que recorren México rumbo a Estados Unidos incontables emigrantes indocumentados. Como presidente de la Asociación de Migrantes Retornados con Discapacidad (AMIREDIS), Hernández se conoce las cifras de memoria. En Honduras son al menos 700 los emigrantes que han sufrido alguna discapacidad durante su intento de llegar al norte. Guatemala tiene 500, El Salvador 300. “Luego están los muertos que retornan casi a diario. Y los miles de desaparecidos, 3.000 solo en Honduras. Y las mujeres violadas” en el peligroso camino en el que tantos son asaltados, extorsionados, torturados y hasta asesinados, recuerda.
Nueve años después de su malogrado intento de emigrar a EE UU, Hernández ha conseguido llegar al país por el que perdió tanto. Pero ha sido otra odisea. De Honduras partieron el 25 de febrero 17 víctimas de La Bestia, en una caravana que volvió a atravesar México hasta EE UU, donde estuvieron 45 días detenidos en la frontera y parte del grupo tuvo que regresar.
Solo ocho han llegado a Washington. Tras casi una semana, Hernández y sus compañeros lograron entregar este martes a un funcionario de la Casa Blanca una carta para Obama. El objetivo final es una cita con el presidente. Están dispuestos incluso a iniciar una huelga de hambre para ello, aseguran.
Buscan apoyo político
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Su mensaje es muy sencillo: “Hay que terminar el problema en la raíz”, sostiene Hernández. El motivo de la emigración es “el desempleo, la corrupción, la falta de oportunidades en nuestros países”, recuerda. “Si hay voluntad política de todos los países implicados, se puede evitar tanta tragedia”. Hace un año, los presidentes de Guatemala, Honduras y El Salvador se reunían con Obama en la Casa Blanca para buscar soluciones a la llegada dedecenas de miles de menores centroamericanos a la frontera de EE UU.
El vicepresidente Joe Biden viajó por el mismo motivo a Guatemala. Obama prometió ayuda para proporcionar más oportunidades en los países de origen y frenar así la migración. Ha pedido al Congreso mil millones de dólares para ello. A cambio, los presidentes centroamericanos se comprometieron a hacer su parte en materia de lucha contra la corrupción y transparencia, entre otros.
Un año más tarde, el Congreso estadounidense no ha liberado los fondos. En Guatemala, el Gobierno de Otto Pérez Molina se hunde por acusaciones de corrupción, un mal que persigue muy de cerca también a su colega hondureño, Juan Orlando Hernández. El Salvador vive mientras tanto la peor oleada de violencia desde el fin de su guerra civil en 1992.
En el camino se quedan las esperanzas y sueños de mujeres y hombres como Hernández, quien pese a todo se niega a creer que las autoridades no sean capaces de llegar a una solución. “Que me crezcan mi pierna y mi brazo es imposible, pero hay cosas que sí son posibles: evitar muertos, mutilados, mujeres violadas, desaparecidos en ese camino para llegar acá. Eso sería posible si hubiera voluntad política”.