Antes de acostarse en la cama de cemento de su celda la noche del sábado 11 de julio de este año, Joaquín El Chapo Guzmán intercambió unas palabras con su vecino de prisión, Mario Cárdenas Guillén, hermano de Osiel, ex líder del cártel del Golfo.
Lo único que se alcanza a entender en las grabaciones de las dos cámaras de vigilancia que apuntaban a la celda del hombre más buscado, a cuyas transcripciones tuve acceso, es que bromean y el Chapo le dice que todavía no amanece.
Es mucho más interesante lo demás que se escucha. Porque sí se escucha.
Al difundir los videos de cómo se escapó El Chapo del penal de “máxima seguridad” de Almoloya, el gobierno federal exhibió imágenes pero no sonidos. Las cámaras sí tienen micrófono y lo que registraron ya fue analizado por peritos. Ellos descubrieron que por días y noches enteras se escucharon los sonidos de taladros y martilleos. Los trabajos de la construcción del túnel sucedían prácticamente las 24 horas.
La noche del 11 de julio, se detectan incluso martillazos con cincel y el rotor de un esmeril angular, con los que se habría abierto el último tramo del boquete, el mil veces retratado cuadrado en el piso de la regadera (sin el uso de algún ácido, como se declaró por altas autoridades horas después de la pifia de seguridad).
Lo captado por las cámaras era monitoreado en tres ubicaciones diferentes por personal del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social de la Secretaría de Gobernación, la Policía Federal y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). Nadie reportó nada durante tanto tiempo.
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Esto lo corroboran los testimonios varios de los internos que compartían pasillo con el prófugo dirigente del cártel de Sinaloa y que se quejaron ante las autoridades de que no podían dormir.
Después de la fuga, las autoridades entrevistaron a varios de los grandes capos del país. Según fuentes allegadas a la investigación, Servando Gómez La Tuta, Héctor Beltrán Leyva El H, Omar Treviño Morales El Z-42, Jorge Eduardo Costilla Sánchez El Coss, Salvador Martínez Escobedo La Ardilla, entre otros, declararon que oyeron las obras en el subsuelo y demandaron al personal del Centro Federal de Readaptación Social “Altiplano” que pararan las obras en la noche para dejarlos descansar.
Testificaron en la investigación que los funcionarios públicos les contestaron que estaban realizando obras en el drenaje como parte de una serie de remozamientos para que Almoloya recibiera una certificación internacional de calidad. “Están metidos”, acusó uno de ellos a los directivos y custodios del penal.
En las imágenes de las cámaras de seguridad se descubre que ¡media hora después! de la fuga aparecen en la celda de El Chapo los primeros guardias. Nada alarmados. Llegan caminando como si nada pasara. Buscan, se asoman a la regadera, descubren que no está el reo y lejos de alarmarse, correr, manotear, gritar, se retiran del lugar con la misma parsimonia.
La noche del 11 de julio, cuando vieron gran alboroto en torno a la celda 20, la que ocupaba El Chapo, primero les dijeron que Joaquín Guzmán había muerto. Luego supieron la verdad.