El nuevo coronavirus ya mató a más de 25.000 personas en Brasil, que asiste al avance de la pandemia en un clima de tensiones exacerbadas entre los gobernadores favorables a las medidas de confinamiento y el presidente Jair Bolsonaro, que las ve como una amenaza para la economía.
Los datos de este miércoles del Ministerio de Salud registran en las últimas 24 horas 1.086 nuevos decesos, que ahora totalizan 25.598 en el sexto país con más óbitos en el mundo y el primero en América Latina, convertida en epicentro de la pandemia.
El balance da parte además de 20.599 nuevos casos de contagio, que son ahora más de 400.000, superados solo por los de Estados Unidos.
«En Sudamérica, estamos particularmente preocupados porque el número de casos nuevos reportados la semana pasada en Brasil fue el más alto en un período de siete días desde que comenzó el brote», dijo el martes la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne.
Los números de Brasil parecen menos impactantes si se reportan a sus más de 210 millones de habitantes: el coeficiente es de 122 por millón de habitantes, frente a casi 300 en Estados Unidos y 580 en España, pero numerosos estados brasileños están al borde de la implosión de sus sistemas de salud.
Además, los datos de contagios podrían ser hasta quince veces superiores, según ciertas estimaciones, dado que en Brasil no se practican test masivos.
El modelo del Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington (IHME) anticipó hace dos semanas que Brasil acumulará 88.305 decesos por covid-19 hacia el 4 de agosto, en un rango estimado entre 30.302 y 193.786.
Aunque Sao Paulo, el estado más rico y poblado (46 millones de habitantes) concentra un cuarto de los óbitos (6.712), su coeficiente de muertes (146 por millón de habitantes) es muy inferior al de Rio de Janeiro, que le sigue en la lista, con 4.605 óbitos y 267/mh.
Pero las situaciones más preocupantes se dan en las empobrecidas regiones del norte -donde viven numerosas comunidades indígenas amazónicas- y en el noredeste.
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– Confinamiento, misión imposible –
La mayoría de los estados impusieron medidas de cuarentena parcial, constantemente cuestionadas por Bolsonaro, que ve en ellas una limitación a la libertad de desplazamiento y una amenaza de ruina económica.
«¡Esos tipos quieren nuestras hemorroides! ¡Nuestra libertad! Eso es una verdad. Es lo que esos tipos hicieron con el virus, esa bosta de gobernador de Sao Paulo, ese estiércol del de Río de Janeiro», dijo Bolsonaro en la reunión ministerial del 22 de abril, cuya filmación video fue divulgada el viernes pasado por orden judicial.
«¡Por eso quiero (…) que el pueblo se arme, que es la garantía de que un hijo de puta no va a aparecer para imponer una dictadura aquí», agregó el mandatario ultraderechista, partidario de la flexibilización del porte de armas.
Según las proyecciones, Brasil vivirá este año la peor contracción anual de su economía desde hace por lo menos 120 años. Las estimaciones van de un derrumbe del PIB de 4,7% (el oficial) hasta cerca de un 10%.
El gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, prorrogó el miércoles hasta el 15 de junio las medidas de aislamiento social, aunque permitiendo la reapertura comercial en ciertas regiones en función de la incidencia de la pandemia.
«Esta es la peor guerra que Brasil ha vivido en su historia. Nunca hemos perdido a 25.000 personas en un lapso de tres meses», afirma Miguel Nicolelis, coordinador del Comité Científico formado por los estados del nordeste para responder a la pandemia.
«Contrariamente a Europa o Estados Unidos, nunca tuvimos una cultura en la que hay que comprender lo que una guerra significa en términos de reacción social (…) Nunca hemos sido invadidos y el virus es para mí como una invasión. Llegó como un ejército invasor t está invadiendo la totalidad del país», agregó. AFP