Expertos en explosivos con equipo protector encienden un detonador y se protegen tras una trinchera reforzada de concreto. «¡Fuego en el área!», grita un solado antes de que un estallido ensordecedor retumbe por las laderas andinas y envíe una nube de humo negro a 30 metros, en el cielo.
Dichos simulacros se han intensificado en el ejército de Colombia, uno de los más entrenados para el combate en el mundo, mientras intentan controlar la creciente producción de cocaína que ha financiado buena parte del medio siglo de guerra contra las guerrillas de izquierda.
Tras seis años consecutivos de una producción estable o decreciente, la cantidad de campos cultivados de coca en Colombia comenzó a extenderse en 2014 y dio un salto de 42 por ciento el año pasado a 159 mil hectáreas (393 mil acres), según el gobierno estadounidense.
Es una extensión que duplica el tamaño de la ciudad de Nueva York y, después de que gran parte de la producción se trasladara a Perú en la última década, Naciones Unidas dijo recientemente que Colombia es, una vez más, el proveedor más grande del mundo de droga.
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Los ejercicios de entrenamiento del Ejército simulan los contraataques que los soldados suelen usar para explotar minas que protegen el cultivo de coca en áreas dominadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC. Una vez que las minas han sido destruidas, los civiles intervienen para desenterrar las plantas.
Soldados han exterminado plantíos de coca a mano desde el año pasado, cuando el presidente Juan Manuel Santos puso fin a un programa de erradicación aérea que llevaba dos décadas. Este cambio se dio ante preocupaciones de salud que surgieron al darse a conocer un reporte de la Organización Mundial de la Salud, que reclasificaba de cancerígeno al herbicida químico glifosato.
Pero ante un aumento en la producción de cocaína, Colombia se ha visto obligada a replantear, una vez más, su estrategia antidroga, al considerar la posibilidad de un futuro más estable ahora que el gobierno ha logrado un pacto de paz con los rebeldes que entrará en vigor una vez que se firme el acuerdo, algo que es probable que suceda en las próximas semanas.