Huo lanza al aire una pequeña bola blanca y el pájaro ‘wutong’ sale disparado de su brazo para agarrarla con el pico en pleno vuelo. Un segundo después, toma su cerbatana, sopla y lanza otra bola a más de diez metros de altura. El pájaro planea y se posa en su mano con las dos esferas en el pico. Y así una y otra vez, hasta que se pone el sol.
Huo es uno de los últimos «hombres-pájaro» de Beijing, jubilados que día tras día entrenan a sus pájaros «wutong», una especie autóctona del norte de China.
Mientras recompensa a su ave con un par de semillas de cáñamo, exclama con una sonrisa desdentada: «¡Si aún estuviera el emperador no tendría que trabajar!».
Y tiene toda la razón. Huo es manchú, la minoría del noreste de china que llegó al poder en la última dinastía imperial, los Qing, y que gobernó el país desde el siglo XVII hasta la llegada de la República, en 1912.
Cuando los Qing tomaron el poder, los nobles manchúes los acompañaron a la capital, Beijing, bajo el juramento de pelear por ellos en tiempos de guerra. Pero durante las largas temporadas de paz, estos nobles tenían estaban ociosos y empezaron a criar y entrenar pájaros «wutong» para pasar el rato.
Huo entrena estas aves desde los siete años: «me enseñaron los ancianos, pero ya están todos muertos». Hay que aprender «poco a poco», explica frente al Gimnasio de los Trabajadores (el lugar habitual de reunión) mientras que otro «hombre-pájaro» se acerca y dice entre risas: «Es un poco como las corridas de toros».
Los «wutong» no se crían todo el año: son aves migratorias originarias de Manchuria (noreste de China) que vuelan al sur en las épocas más frías, hacia Beijing, y muchas son capturadas por cazadores y vendidas en el mercado de pájaros de la capital, una práctica ilegal pero extendida.
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«Hay pájaros listos y pájaros tontos. Los listos aprenden el truco en diez días, los tontos tardan más de medio mes», explica Huo, que a sus 66 años, también tiene otras aficiones: «crío palomas y grillos».
Los «wutong», asegura el jubilado, aprenden a coger objetos al vuelo en su tierra natal, al cazar en el aire los piñones que caen de los pinos de las frías montañas de Manchuria, zona fronteriza con Corea del Norte.
Con la minoría manchú en el poder durante la dinastía Qing, la mayoría étnica han empezó a llamar a sus repudiados líderes los «niaoren», los «hombres-pájaro», un insulto que todavía se utiliza.
Sin embargo, Huo explica que gran parte de los que entrenan «wutong» son de la etnia han, porque «esto ya es un patrimonio cultural de Beijing».
Los «hombres-pájaro» ya no son odiados, pero van extinguiéndose poco a poco: al hijo de Huo no le interesa criar pájaros y éste asegura que con la siguiente generación de jóvenes esta tradición centenaria del viejo Beijing morirá.
Estos días, en torno a una decena de ellos se agrupan en esta zona de Beijing, aunque también hay otros puntos en que todavía perviven en esta ciudad cada vez más modernizada.
Por ahora, Huo se reúne junto con sus compañeros cada día de invierno, cada año, sin falta. Esta tarde el cielo está azul y sin contaminación, y varios jóvenes se acercan con sus teléfonos móviles para grabar y fotografiar el cíclico vuelo de un pájaro «wutong».