La investigación, liderada por expertos estadounidenses y británicos, ha revelado que los llamados «ungulados nativos» de América del Sur se relacionan con mamíferos como los caballos o los rinocerontes en lugar de elefantes y otras especies de origen africano, como se pensaba hasta ahora.
Los resultados del análisis se basan en las secuencias de proteínas recogidas de los fósiles de estos animales, que han permitido a los científicos retroceder en el tiempo hasta diez veces más de lo que pueden hacer con los estudios de ADN.
Los «ungulados nativos», el último de los cuales desapareció hace solo 10 mil años, es un antiguo grupo de mamíferos placentarios, el más diverso que se conserva.
«Los ungulados sudamericanos han sido siempre un reto importante para los paleontólogos porque anatómicamente eran muy extraños, ya que poseían características que se encuentran en una gran variedad de especies muy relacionadas entre sí», dijo Ross MacPhee, del Museo Americano de Historia Natural, en Estados Unidos.
Según MacPhee, «esto es lo que desconcertó a Charles Darwin (1809-1882) y a su colaborador Richard Owen en el siglo XIX. Con todas estas señales contradictorias no podían asegurar si los ungulados se relacionaban con roedores gigantes, elefantes o camellos».
A pesar de que los huesos de estos extintos animales han sido estudiados durante más de 180 años, aún no se tenía una imagen clara sobre sus orígenes.
«Nuestros análisis comenzaron por la investigación del ADN antiguo para tratar de resolver el problema», explicó Ian Barnes, del Museo de Historia Natural de Londres.
Sin embargo, el equipo pronto se dio cuenta de que el ADN, el material genético extraído de los fósiles, no sobrevivió porque la molécula se degrada muy rápido en los condiciones cálidas y húmedas típicas de América del Sur.
Fue entonces cuando los expertos analizaron el colágeno, una proteína que se encuentra en todos los huesos de los animales y que puede sobrevivir durante más de un millón de años en una amplia gama de condiciones atmosféricas.
Los científicos utilizaron análisis proteómico para seleccionar 48 fósiles de dos especies, Toxodon platensis y Macrauchenia patachonica, cuyos restos descubrió Darwin hace 180 años en Uruguay y Argentina.
Los investigadores demostraron de manera concluyente que los parientes vivos más cercanos de estas especies fueron los perisodáctilos, el grupo que incluye a los caballos, rinocerontes y tapires.
Los expertos concluyen que, con el material recuperado gracias a las proteínas antiguas, los científicos podrían ser capaces de «llegar a retroceder diez millones de años», lo que supone «un método atractivo para desentrañar el pasado evolutivo».
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