«Si lo que busca es ver el féretro de Cervantes, no va a ser posible», responde una trabajadora del Convento de las Trinitarias de Madrid a un turista extranjero interesado en conocer el horario de acceso a la iglesia.
Su contestación responde a un reciente fenómeno. Desde que el domingo 25 de enero se filtró que los expertos que trabajan en la búsqueda del cuerpo del autor de El Quijote encontraron un féretro con las iniciales M.C., el templo no para de recibir visitas de periodistas, turistas y madrileños. La mayoría de los que pasan por este convento situado en la calle Lope de Vega, antes Cantarranas, intentan sin éxito ver la cripta donde se supone descansa el escritor español más universal. Y lo único que pueden llevarse a cambio es una foto de la fachada del convento del siglo XVIII.
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En esa época, cuando Cervantes fue enterrado, se sabía exactamente dónde quedaba su cuerpo pero las remodelaciones posteriores del lugar provocaron que se perdiera la pista. La iglesia que hoy conocemos—y por la que preguntaba ese turista— se erigió entre 1673 y 1698, mientras que la basílica donde se realizó el enterramiento es de 1612. El convento, hospedería y casa de capellanes se alzaron entre los años 1718 y 1752. Este proceso supuso la consiguiente deslocalización del cuerpo de Cervantes, que lleva casi 400 años perdido. A estas alturas serán muchos los que traten de encontrar una explicación a este hecho: ¿por qué nunca antes nadie había buscado al autor del segundo libro más leído de la historia? «No es que no se buscase, lo que pasa que antes era mediante documentación… La búsqueda con la metodología arqueológica y con un equipo multidisciplinar no se había hecho nunca. Podía haber ocurrido hace seis años o incluso hace 20, pero hace 80 años hubiese sido imposible». ¿Cuestión de medios? Sí, pero también de ciencia. «Ahora es posible plantearse un análisis con alguna posibilidad de éxito», señala Echevarría.