En el patio de un templo perteneciente a la hermandad religiosa afrocubana abakua en La Habana, Nelson Piloto está arando la tierra para plantar pimientos y yuca para afrontar la crisis alimentaria de Cuba.
Piloto, de 40 años, está respondiendo al llamado del Gobierno para que los cubanos produzcan más su propia comida, incluso en grandes ciudades, en cualquier espacio que puedan encontrar, desde patios traseros hasta balcones.
Cerca de dos ceibas gigantes, que muchos consideran árboles sagrados en Cuba, el templo generalmente resuena con ceremonias que incluyen tambores, sacrificios de animales y bailes. Pero ahora está vacío porque las restricciones por el coronavirus impiden las reuniones.
“Estoy aprovechando al máximo la tierra”, dijo Piloto, sujetando su azada. La seguridad alimentaria ha llegado a la cima de la agenda nacional en Cuba, con innumerables titulares en los diarios y mesas redondas televisadas dedicadas al tema.
La isla caribeña importa alrededor dos tercios de los alimentos que consume a un costo de unos 2.000 millones de dólares anuales, además de suministros agrícolas claves como fertilizantes, maquinaria y alimentos para animales.
Sin embargo, ha reducido drásticamente importaciones en los últimos años a medida que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha endurecido el embargo comercial de Washington, lo que se suma a una menor ayuda de Venezuela como consecuencia de su propia crisis económica.
Eso condujo a una escasez de alimentos importados y luego a caídas en la producción agrícola nacional. La producción de arroz, tomate y la carne de cerdo, entre otros, cayó en 2019 un 18, 13 y 8 por ciento, respectivamente, según datos publicados este mes.
La pandemia de coronavirus, que ha paralizado al sector turístico, clave para el país, ha exacerbado la situación. “Hoy, los cubanos tenemos dos grandes preocupaciones, la COVID-19 y la comida, las dos matan, y nos inunda la escasez”, dijo Yanet Montes al salir de un mercado agrícola en La Habana.
La mujer de 51 años, al igual que otros clientes, dijo que la disponibilidad de alimentos en mercacos estatales estaba disminuyendo, además de las largas filas que comienzan a formarse al amanecer cuando llegan productos.
LECCIONES DEL PASADO
Las autoridades han hecho un llamamiento a los cubanos para paliar la crisis volviendo a implementar las lecciones que aprendieron de la depresión económica en la década de 1990 tras la caída de la Unión Soviética.
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La Habana ahora produce el 18 por ciento de los productos agrícolas que consume, según los medios estatales. Despertar al amanecer al grito de los gallos no es raro, incluso en el centro de la ciudad.
Miembros del Partido Comunista están participando en algunas provincias del país para realizar trabajo voluntario en los campos.
“Cuba puede y necesita despegar definitivamente en su programa de autoabastecimiento municipal, premisa de desarrollo, y urgencia de cara al obsesivo y recrudecido bloqueo estadounidense, y a la crisis alimentaria que dejará la COVID-19”, dijo el vicejefe del Partido Comunista, según publicó el diario Granma.
Una de las cosas que es difícil de encontrar en estos días es el arroz, dijo el hombre de 61 años, quien también adquirió cinco gallinas y un gallo y quiere luego instalar jaulas para conejos. “Pero los tubérculos pueden reemplazar al arroz”.
Observadores en Cuba esperan que la crisis empuje al gobierno a reformar su modelo agrícola que, como el resto de la economía, aún está muy centralizado.
El Gobierno ha insinuado recientemente una posible reforma de la vasta red estatal responsable de comprar y distribuir la mayor parte de la producción agrícola, que ha sido criticada por desperdiciar cultivos y desincentivar la producción.
El economista Omar Everleny dijo que el gobierno debería liberar a los agricultores por completo de este monopolio, permitiéndoles encontrar sus propias formas de vender productos e importar sus propios equipos. “Tengo la impresión de que en los próximos meses veremos nuevas reformas”, señaló.
Pase lo que pase, algunos cubanos como Marnia Briones, una entusiasta de la agricultura sostenible, esperan que el país no pierda los hábitos que surgieron de las crisis anteriores, que algunos han denominado su “revolución verde”.
“Es genial que más personas estén plantando, pero no puede ser solo cuando hay una crisis”, dijo Briones, que tiene macetas con verduras en una pared exterior de su apartamento en La Habana. Reuters