Quienes viajan en avión en clase turista en Estados Unidos lo saben: los pasajes son cada vez más caros, el derecho a equipaje cada vez más restringido, las comidas y bebidas a bordo cada vez más precarias o costosas y el espacio del asiento se asemeja al de una lata de sardinas.
Una razón crucial en ello es que durante el gobierno de Barack Obama en Estados Unidos el número de grandes aerolíneas se ha reducido, ha aumentado la concentración en el sector aéreo y con ello se ha acotado la competencia, en detrimento del consumidor. Y las acciones de la administración federal, más que evitar la consolidación de grandes oligopolios en la aviación comercial estadounidense, en realidad los han avalado o aceptado a regañadientes, incluso retirando demandas que podrían haber frenado la fusión de aerolíneas.
Así, como señala un reporte de ProPublica, la promesa de campaña de Obama hace ya unos ocho años de vigorizar los mecanismos antimonopolio se quedó en eso en lo tocante a las aerolíneas.
Durante la presente administración federal fueron aprobadas tres grandes fusiones, lo que entregó el 80% del mercado de la aviación comercial de Estados Unidos a solo cuatro empresas: United (que se unió con Continental), American Airlines (que lo hizo con US Airways), Southwest (que absorbió a AirTran) y Delta (fusionada con Northwest). Las primeras tres fusiones fueron avaladas durante el gobierno de Obama.
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Y según ProPublica, la demanda que el Departamento de Justicia interpuso contra la unión de American Airlines y US Airways al final fue retirada por la fuerte presión realizada por las aerolíneas con el apoyo de importantes políticos y lobbyistas cercanos a la Casa Blanca, entre ellos, afirma ProPublica, el alcalde de Chicago Rahm Emanuel (que fue jefe de gabinete de los presidentes Obama y Bill Clinton), Jim Millstein, que fue alto funcionario en el Departamento del Tesoro, e incluso el influyente lobbyista Tony Podesta, hermano de John Podesta, actual jefe de campaña de Hillary Clinton.
Los defensores de la fusión de American y US Airways, incluyendo a Emanuel, señalaron que la unión permitiría crear una mejor red de vuelos y en general se afirmó que la concentración de aerolíneas ayudaría a que esas empresas redujeran costos, hicieran más eficientes sus operaciones y a la postre dieran un mejor y más barato servicio al pasajero. Pero no todo eso ha sucedido de modo patente para el consumidor, incluso tras la fuerte caída del precio del petróleo y con ello del combustible aéreo.
A la postre, la presión a favor de la fusión de American y US Airways prosperó, y el Departamento de Justicia retiró la demanda luego de que las compañías hicieron algunas concesiones, como ceder, por ejemplo, el 15% de sus espacios en los aeropuertos Reagan de Washington y LaGuardia, de Nueva York, que fueron posteriormente reasignados a la aerolínea JetBlue.
Y según cifras de ProPublica American Airlines habría gastado 275 millones de dólares en abogados para encarar su previo proceso de bancarrota y defender la fusión con US Airways.
