El presidente filipino, Rodrigo Duterte, dijo este miércoles que quiere que su país sea «liberado» de la presencia de militares estadounidenses en los próximos dos años, rompiendo si es necesario los acuerdos de defensa con Washington.
«Quiero, quizás en los dos próximos años, que mi país sea liberado de la presencia de militares extranjeros», declaró Duterte, refiriéndose a las fuerzas estadounidenses, durante un discurso en un foro económico celebrado en Tokio.
«Quiero verlos fuera y si, para eso, debo derogar los acuerdos lo haré», agregó el mandatario filipino, que desde su ascenso a la presidencia no cesa de hacer declaraciones antinorteamericanas.
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Duterte llegó el martes a Japón para una visita de tres días destinada a potenciar los intercambios comerciales, que en 2015 llegaron hasta los 18.000 millones de dólares.
«Se trata de preservar y reforzar nuestros importantes vínculos económicos con Japón, primer socio comercial de Filipinas», dijo Duterte en el foro económico.
Actualmente, Estados Unidos tiene desplegado un reducido número de miembros de sus Fuerzas Especiales en la isla de Mindanao, en el sur de Filipinas, como apoyo a operaciones antiterroristas.
El presidente filipino ya había dicho con anterioridad que quería que las tropas estadounidenses se fueran de Mindanao porque su presencia generaba tensión en la isla, donde los rebeldes islamistas azotan la región con un conflicto que ha causado miles de muertos en las últimas décadas.
En múltiples ocasiones, Duterte ha criticado a Estados Unidos, al mismo tiempo que, con sus declaraciones, iba acercándose al Gobierno chino. Varias veces, el presidente tuvo sin embargo que retractarse de sus comentarios.
Interrogado sobre estas afirmaciones, su ministro de Relaciones Exteriores, Perfecto Yasay, comentó que Duterte no había dicho que las tropas estadounidenses serían expulsadas, añadiendo que «nuestros intereses nacionales siguen convergiendo».
El dirigente, de 71 años de edad, ha estado fustigando a Washington por criticar su política de lucha contra el crimen en Filipinas, donde han muerto unas 3.700 personas en los últimos cuatro meses. AFP