Hay cambios que, de tan rápidos, corren el riesgo de pasar desapercibidos. Un día el mundo es otro; nada es igual. En unos años, menos de una década, la sociedad estadounidense ha abrazado causas progresistas que hasta hace poco parecían inimaginables.
No es que Estados Unidos se haya hecho de izquierdas de repente. Los valores conservadores y la desconfianza en un Estado central fuerte siguen arraigados. La victoria del Partido Republicano en las legislativas de noviembre es la prueba de que este es un país dividido.
Pero, desde la legalización del matrimonio homosexual hasta el retroceso de la pena de muerte, el país que el demócrata Barack Obama dejará cuando en 2017 abandone la Casa Blanca será más tolerante y abierto a ideas que, cuando llegó al poder en 2009, eran marginales.
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“En cuestiones sociales, el país ha cambiado radicalmente hacia una dirección más progresista”, dice John Halpin, investigador en el laboratorio de ideas Center for American Progress. “No podría haberse anticipado en los años ochenta o noventa” del siglo pasado.
En 15 días, tres noticias han evidenciado la transformación. La semana pasada, el Center for American Progress, cercano al demócrata Obama, y los hermanos Koch, los financieros de la derecha, anunciaron que se han unido para reformar el sistema de justicia penal.