La recién culminada cumbre económica para Egipto fue planeada por el presidente Abdel Fattah El Sisi con el mismo cuidado que una campaña militar, como era de esperar de alguien con su formación.
Patrocinada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, sus dos principales aliados, la reunión constituye la mayor, y tal vez única, posibilidad de conseguir el redespegue de este país, atribulado por cuatro años de conflictos políticos y una creciente insurgencia islamista.
Los accesos a la ciudad de Charm El Cheij, en el sur de la península de Sinaí, donde Egipto deja de ser África para convertirse en Asia, fueron dotados de medios y fuerzas suficientes para que el encuentro transcurriera sin contratiempos ni sobresaltos entre los participantes.
Para operarlos fueron designados mil oficiales del Ministerio del Interior y tres mil clases y agentes, de uniforme y de civil, más una cantidad indeterminada de fuerzas y medios del Ejército, supo Prensa Latina durante un recorrido por la zona.
Junto a esas estrictas precauciones, en las semanas previas al inicio del cónclave, El Sisi desplegó una ofensiva diplomática multipolar en cuya agenda ningún país era poco importante, siempre y cuando pudiera aportar inversiones, el objetivo más visible.
Por supuesto que el énfasis estuvo puesto en las grandes potencias, sin que ello implicara que las emergentes fueran pasadas por alto, en particular el caso de China, país con el cual meses atrás suscribió una alianza estratégica, y la India.
Los resultados económicos fueron halagüeños ya que, según los portavoces oficiales, fueron suscritos compromisos de inversiones directas, uno de los pilares de la economía nacional, por unos 60 mil millones de dólares que fluirán hacia este país en los próximos cuatro años
A esa suma hay que agregar los 12 mil 500 millones de dólares en donaciones, inversiones y créditos blandos prometidos el primer día del encuentro por cuatro países: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, cuatro mil millones cada uno, y Omán, con 500 millones.
Esa inyección no constituyó sorpresa, ya que esos estados acudieron de inmediato en apoyo de el Sisi cuando completó el derrocamiento en julio de 2013 del expresidente Mohamed Morsi, un miembro de la cúpula de la Hermandad Musulmana.
El capítulo de la rúbrica de acuerdos fue sólo uno de los aspectos de la conferencia, en la cual las actuales autoridades egipcias se propusieron obtener un reconocimiento internacional de los grandes polos económicos mundiales, cuyos gobiernos emitieron críticas al derrocamiento del exmandatario islamista.
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Desde la defenestración de Morsi los movimientos de esa sensibilidad con base en la península de Sinaí se han tornado más activos y tienen en jaque a las autoridades con la expansión de sus operaciones, que hasta el momento las autoridades no han conseguido detener.
Todo indica que el presidente egipcio, un exjefe de los servicios de inteligencia militar, está persuadido de que la solución de ese fenómeno, cada vez más expandido por la irrupción de Estado Islámico (EI), carece de solución por la fuerza, mucho menos en esta capital, donde residen más de 22 millones de personas, la mayoría muy pobres.
Esa es la arista menos publicitada, pero vital de la conferencia económica, cuyo objetivo es crear a corto plazo un millón de puestos de trabajo y reducir la tasa de desempleo de 13 a 10 por ciento, a la mayor brevedad.
En la agenda de objetivos hay uno de características estratégicas: concretar la zona de desarrollo económico en construcción en el norte de la península de Sinaí, cuyo núcleo es un canal paralelo al de Suez.
También en el canal paralelo está presente la concepción militar del mandatario egipcio, que limitó la venta de acciones a personas naturales y jurídicas de su país, a todas luces para evitar una reedición de la historia.
En 1956 el extinto presidente egipcio Gamal Abdel Nasser decretó la nacionalización del canal, construido a fines del siglo XIX y propiedad de accionistas extranjeros, aducida por el Reino Unido y Francia para lanzar una agresión militar apoyada por el siempre dispuesto Estado de Israel.
Sólo una advertencia de la Unión Soviética y la administración norteamericana de entonces obligó a las tropas invasoras a retirarse sin conseguir el objetivo de recuperar el canal.
Aunque en las circunstancias actuales una invasión a Egipto de exmetrópolis coloniales es improbable, el antiguo ministro de Defensa devenido Presidente prefiere curarse en salud y, de paso, alentar a los empresarios nativos, una fuerza a tener en cuenta y cuyo apoyo necesita.
Inserta en esa ofensiva económica y diplomática está la propuesta de El Sisi para crear una fuerza militar panárabe, recibida con favor por la reunión extraordinaria de cancilleres de días atrás y que debe concretarse en la próxima cumbre de la Liga Árabe, programada para celebrarse en la ciudad de Charm El Cheij.