Austin (EE.UU.), 16 feb (EFE).- Si nada lo impide antes, el estado de Texas (EE.UU.) ejecutará hoy a Gustavo García, un latino de 43 años condenado a muerte por el asesinato del dependiente de una licorería en 1990.
Hacía tan solo dos meses que García había cumplido los 18 años cuando en diciembre de 1990 irrumpió en una licorería de la localidad texana de Plano, cerca de Dallas, con su cómplice Christopher Vargas y asesinó de un disparo en la cabeza al dependiente, Craig Turski.
Cuando llegó la Policía, García y Vargas ya habían huido con la recaudación y cerveza como botín.
A los pocos días, en enero de 1991, quisieron repetir el golpe: García y Vargas asaltaron una gasolinera en Plano y mataron de un tiro en la nuca al dependiente, Gregory Martin.
Esta vez, sin embargo, corrieron con menos suerte. Antes de que lo mataran, Martin avisó a su novia de que unos asaltantes habían irrumpido en el establecimiento y ella llamó a la Policía, que no tardó en llegar.
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Los agentes encontraron a García escondido en un congelador.
A García lo condenaron a muerte por el asesinato de Turski, mientras que Vargas, que en ese entonces tenía apenas 15 años, cumple cadena perpetua por el de Martin.
En 1998, García participó junto a otros seis reos en un histórico intento de fuga que se saldó con la muerte de Martin Gurule, el único de los siete que logró superar los muros de la cárcel, aunque murió ahogado en un arroyo poco después.
Gurule fue el primer preso en escapar del corredor de la muerte de Texas desde que en 1934 lo hiciera un miembro de la banda de Bonnie y Clayde.