El Papa Francisco denunció este viernes el “silencio cómplice” ante los “hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe” en Cristo bajo los ojos del mundo, al cerrar el vía crucis del Viernes Santo.
Ese fue uno de los pasajes centrales de la oración pronunciada por Francisco al final de la ceremonia que presidió, en una fría noche romana, ante miles de personas en el Coliseo. Se refirió así, sin mencionarlo explícitamente, a las víctimas del grupo yihadista Estado Islámico.
En su mensaje final habló también de los “hermanos abandonados a lo largo de las calles” y “desfigurados por la negligencia e indiferencia” de los demás, según publica Notimex.
“El peso de tu cruz nos libera de todos nuestros lastres. En tu obediencia a la voluntad del Padre nosotros nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia. En ti vendido, traicionado, crucificado por tu gente, por tus seres queridos, nosotros vemos nuestras traiciones cotidianas”, dijo el Pontífice en italiano.
Invocó a Dios para que refuerce la fe de los fieles y que esta no se derrumbe ante la tentación y no se pierda siguiendo las “seducciones del mundo”. Pidió que custodie la caridad, para que los seres humanos no se dejen engañar por la corrupción y por la mundanidad.
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El Vía Crucis, iniciado a las 21:15 horas locales (20:15 GMT) y que el Papa siguió desde lo más alto del Monte Palatino frente al Coliseo, incluyó meditaciones redactadas por Renato Corti, obispo emérito de Novara en Italia.
En la décima estación, el texto evocó “situaciones terribles” como el tráfico de seres humanos, los niños soldados, el trabajo esclavo, así como “los niños y adolescentes a los que han robado su inocencia, heridos en su intimidad, profanados sin piedad”.
“Tú nos haces pedir humildemente perdón a cuantos sufren estos ultrajes y rezar para que finalmente se despierte la conciencia de los que oscurecen el cielo en la vida de los demás. Ante ti, Señor Jesús, renovamos nuestro propósito de vencer el mal con el bien”, sostuvo.
En otro momento se refirió a los hombres y mujeres encarcelados, condenados e incluso asesinados simplemente por ser creyentes o por su compromiso en favor de la justicia y la paz. “Ellos no se avergüenzan de tu cruz. Son ejemplos admirables para que los imitemos”, apuntó.
También citó a Shahbaz Bhatti, ministro paquistaní de las Minorías asesinado por un grupo de hombres armados el 2 de marzo de 2011 y que se ha convertido en un ícono de los cristianos perseguidos en el mundo.
En cada una de las 14 estaciones, una gran cruz de madera fue llevada por diversos grupos de personas, algunas provenientes de países donde los cristianos viven momentos de prueba a causa del terrorismo como Irak, Siria, Nigeria y Egipto.
También portaron el madero, en las diversas estaciones, algunas familias, una enferma, fieles de China y Tierra Santa junto a unas monjas latinoamericanas.
“Señor Jesús, ¡qué abismo de tristeza en tantas almas heridas por la soledad, el abandono, la indiferencia, la enfermedad, la muerte de un ser querido!”, indicó otra de las meditaciones.
“Inconmensurable, el dolor de cuantos sufren la crueldad de la violencia, el odio de palabras falaces o se encuentran con corazones de piedra que hacen llorar y llevan a la desesperación”, añadió.
Además cuestionó cuándo quedará abolida la pena de muerte, vigente aún hoy en numerosos Estados, o cuándo desaparecerá todo tipo de tortura y la muerte violenta de personas inocentes.
Al final, el Papa cerró la ceremonia impartiendo la bendición a todos los presentes e improvisando un breve mensaje: “Ahora volvamos a casa con el recuerdo de Jesús, de su pasión, de su gran amor y con la esperanza de su alegre resurrección”.