El proyecto Bordo Farms que semanas atrás daba esperanzas deempleo a migrantes deportados mediante el cultivo de huertos urbanos, hoy se ha vuelto un conflicto entre autoridades y habitantes cercanos al río Tijuana.
Por no contar con los permisos para sus plantaciones, las autoridades de Baja California les pidieron retirarse, por lo que colocaron sus parcelas en centros comunitarios y restaurantes para seguir buscando el financiamiento y los apoyos que requieren.
Todo comenzó en enero pasado cuando el equipo de Bordo Farms comenzó con el cultivo de betabel, espinaca, chile, acelgas y diversos productos orgánicos en 30 cajas de madera que fungían como parcelas, con el objetivo, además, de emplear a los deportados que llegan a esa ciudad sin nada, y comercializar las verduras en restaurantes de la región.
Miguel Marshall, de 28 años, nacido en San Diego, California pero formado en Tijuana, es el creador del proyecto que incluso generó interés internacional.
En enero, con 10 deportados, quienes ya se hacían llamar bordofarmers, celebraban el avance del proyecto, pues incluso la lista de restaurantes en espera por sus productos crecía hasta llegar a por lo menos una decena; uno de ellos se había internado voluntariamente en un centro de tratamiento de adicciones y otros dos aprendían a hacer piñatas que comenzaban a comercializar.
Sin embargo, a finales de marzo todo cambió. Trataron de arrancarles de raíz lo que habían cultivado.
Si al iniciar el programa piloto ya enfrentaban la negativa de las autoridades para permitirles usar la zona federal de la canalización, ellos insistieron en la plantación en un lugar prohibido.
«Hubo ultimátums desde el inicio. En este caso fue más como ‘ya te invitamos a irte’ y la verdad sentíamos la presión porque éramos los únicos en el bordo; había la presión de la policía, pues ahí estaba el grupo de compañeros y sin flexibilidad para nada.
El 2 de marzo, el ayuntamiento de Tijuana realizó un operativo para desalojar a los deportados e indigentes que vivían en la canalización con el argumento del riesgo por las lluvias y advirtieron a los bordofarmersque su estancia no podía prolongarse.
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«Nunca hubo una agresión directa, pero era momento de retirarnos. No queríamos causar mayor conflicto y decidimos hacerlo. Lo más importante es que es una fase piloto y fue justamente la que llegó a su conclusión. Lo medimos», expuso Marshall después de que se quitaran por completo la semana pasada.
Sin embargo, Marshall y los bordofarmers no desisten en su lucha por echar raíces para conseguir espacios y financiamiento con los que podrán continuar con las parcelas urbanas.
El comienzo
Miguel Marshall fue invitado en 2014 por el Foro Económico Mundial para integrarse a la comunidad Global Shapers o impulsores mundiales.
Con ese respaldo y consciente de la problemática de una de las fronteras más complejas del mundo, decidió aplicar la experiencia que ya había tenido en Estados Unidos.
En noviembre de 2014, contactó a la agrupación Transición Tijuana, especialista en montar huertos urbanos, y juntos idearon una propuesta para intervenir la canalización del emblemático río, al tiempo que tendían una «mano amiga» a los migrantes, generándoles una ocupación.
«La problemática más fuerte que encontramos en la cuidad es la falta de apoyo e infraestructura para los deportados. Yo había apoyado a una empresa a levantar capital en San Diego, que se llama Home Town Farms, dedicada a huertos verticales urbanos, entonces me di cuenta que genera empleo, ingresos, y dije por qué no podríamos traer algo así a nuestra ciudad», explicó animado.
Optimista, Marshall explica que Bordo Farms apenas comienza.
«Después de demostrar con el piloto que sí funciona, voy a ir a Nueva York, Londres y el Foro Económico Mundial, donde tendré reuniones con diferentes organizaciones para levantar dinero para el proyecto.