Hungría anunció que a partir del 15 de septiembre detendrá a todos aquellos que crucen alguna de sus fronteras de forma ilegal, mientras que el trato a los refugiados en los centros húngaros de acogida fue calificado de «inhumano» por la ONG Human Rights Watch (HRW).
Cuatro días antes de que entren en vigor esas normas, que prevén penas de hasta cinco años de cárcel por cruzar la frontera ilegalmente, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, dejó claro que se aplicarán.
En una rueda de prensa con pocos medios invitados, el jefe del Gobierno hizo hincapié en su política de rechazo a los solicitantes de asilo y llegó a calificar la actuación de los mismos de «rebelión» porque supuestamente no cooperan con las autoridades y se resisten a ir a los centros de registro en Hungría.
Las condiciones de dichos centros fueron tachadas por la ONG Human Rights Watch (HRW) de «inhumanas e insostenibles».
En un comunicado, la HRW criticó duramente al gobierno de Orbán por la situación en la que mantiene a los internados en esos centros, a los que llegan tras una larga y penosa travesía en su huida de la guerra y los conflictos en países como Siria, Irak o Afganistán.
Entre otros, citó a refugiados del centro de Röszke, junto a la frontera con Serbia, que denunciaron la ausencia de asistencia médica incluso para personas con ataques cardíacos o convulsiones y recién nacidos con fiebre alta y vómitos.
Para la ONG es obvio que las autoridades húngaras son incapaces de afrontar adecuadamente la llegada masiva de refugiados (en lo que va del año entraron en Hungría más de 170 mil aspirantes a asilo, si bien la mayoría prosiguió viaje a Europa occidental), por lo que propone que Budapest recurra a ayuda internacional, de la UE o de la ONU.
HRW anunció igualmente que enviará a Hungría 300 casas prefabricadas para aliviar la situación.
Por otra parte, una activista austríaca ha filmado un vídeo clandestino en el que muestra las condiciones «inhumanas» del campo de Röszke, en el que los inmigrantes son tratados como «animales».
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En las imágenes se observa a los policías húngaros, algunos con cascos antidisturbios y mascarillas sanitarias, arrojar bocadillos a varias decenas de personas de forma aleatoria, con mujeres y niños observando la situación mientras una multitud de hombres lucha por alcanzar la comida.
Los reunidos hacen gestos con las manos para atraer la atención de los policías y así conseguir que les lancen un bocadillo.
«Es indigno que a personas que han pasado meses huyendo de la guerra y que llegan a Europa buscando seguridad se las trate como a animales, con policías arrojándoles bocadillos porque son incapaces de organizarse para entregar a 150 o 250 personas un bocadillo», dijo la activista.
Mientras, en la frontera sur del país siguen entrando a Hungría miles de refugiados a diario, que continúan viaje hacia occidente.
«Sabemos que pasa algo en Hungría. Tenemos que seguir hacia Alemania rápido», dijo en la estación de trenes Keleti un joven sirio, Musin.
Aunque no estaba enterado de los detalles de las nuevas leyes que entrarán en vigor el próximo martes, explicó que él y sus amigos supieron que «hay que apresurarse».
Miles de refugiados partieron en los trenes que iban la frontera con Austria, para cruzar andando, o hasta Viena y Múnich.
Según las autoridades austríacas, casi 12 mil refugiados han llegado a la localidad fronteriza de Nickelsdorf en poco más de 24 horas procedentes de Hungría, lo que obligó a cortar el tráfico rodado de una autopista por «razones de seguridad».