Enmascarados con piedras y palos, y más grave aún, con bombas caseras que hicieron estallar y ocasionaron daños humanos, estudiantes del Instituto Nacional de Panamá hicieron valer su supuesta rebeldía contra controles estrictos de disciplina escolar.
Tales hechos violentos, acaecidos recientemente, dispararon las alarmas sobre el nivel de vandalismo que hoy podría coexistir entre los jóvenes, el segmento más vulnerable a la violencia y las drogas.
Y aunque la nación istmeña no registra los altos niveles de otros países centroamericanos, la posible presencia de miembros de bandas delincuenciales en los planteles educacionales es cada vez mayor.
Según el subcomisionado Luis Ortiz, jefe de la Unidad Preventiva Comunitaria de la Policía Nacional, las pandillas se mueven principalmente en las capitales de provincias, entre las que sobresale Ciudad de Panamá con 115 de las 204 registradas en todo el país.
Solo en San Miguel, barriada muy cercana al Instituto Nacional, operan las bandas Bagdad, Klor-Klor y UPM, algunos de cuyos miembros al parecer integran este plantel público, que en sus inicios contó con un proceso de selección.
Expertos señalan que las pandillas surgen de hogares disfuncionales, en crisis o desintegrados, donde el amor filial es una quimera, comentó Ortiz, quien por demás sostuvo que el principal aliado de ellas es el silencio de la comunidad y el miedo.
El reconocimiento oficial a esta situación llevó al surgimiento del Programa Barrio Seguro, el cual pretende rescatar a los jóvenes en riesgo de la marginalidad y la violencia para integrarlos a la sociedad, una vez concluido su entrenamiento profesional para trabajar.
En declaraciones a la prensa, el ministro de Seguridad, Rodolfo Aguilera, anunció que solo en la norteña ciudad de Colón, una de las más inseguras del país, esta estrategia permitió rescatar a unos 900 jóvenes en conflicto con la ley e insertarlos al mercado laboral.
Apuntó que entre los resultados visibles de este trabajo preventivo destaca la reducción en el número de homicidios de 34 a cinco por cada 100 mil habitantes solo en Colón, tendencia que también se observa en otros barrios como San Miguelito, El Chorrillo y San Joaquín.
«Lamentablemente, las organizaciones juveniles han desaparecido del Instituto Nacional y son las pandillas las que han tomado el colegio», aseguró Diógenes Sánchez, secretario general de la Asociación de Profesores.
Criterio con el que coincide el docente Ricardo Ríos, quien en un artículo expresó que el vandalismo estudiantil es consecuencia, entre otros factores, de la ausencia de la Federación de Estudiantes, organización que antaño encauzó las inquietudes cívicas de los alumnos del plantel.
«El movimiento estudiantil no existe, sin liderazgo definido es imposible establecer responsabilidades, predomina la anarquía y se favorece la delincuencia», afirmó.
Sin embargo, no descartó la posibilidad de una conspiración de los sectores más retrógrados de la sociedad panameña, quienes desean que desaparezca este faro de la rebeldía estudiantil y símbolo de la lucha por la soberanía nacional.
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Nada es casual, aseveró Ríos. «El Nido de Águilas», como también se conoce a ese baluarte de la nacionalidad panameña, es asediado por distintos intereses empeñados en desprestigiar su imagen y trayectoria, apuntó.
«El lucro inmobiliario desea el cierre del Instituto Nacional para edificar en su valioso terreno, sus torres del lavado de dinero (â��), sin contar que intereses de grupos religiosos de la ultraderecha tampoco quieren un centro de pensamiento crítico», acotó.
Idea primera que desmintió la ministra de Educación, Marcela Paredes; pero sobre la que el sociólogo Marco Gandásegui insistió, en tanto «los gobiernos de turno están al servicio de un sistema educativo perverso, que combina la represión y la ineficacia con los negocios».
En realidad hace falta un plan de desarrollo nacional, donde la educación ocupe un lugar privilegiado, dijo.
Solo una educación más humanística, con actividades extraescolares que mantenga a los jóvenes ocupados en cosas útiles podrá prevenir los niveles de violencia, sentenció la profesora Ana Elena Porras.
PODER ECONûMICO INTENTA SECUESTRAR LA EDUCACIûN
Pero más allá de cualquier análisis o estadísticas, subyace un problema de fondo más grave de solucionar porque responde a intereses de grupos de poder, que tienen en la educación la principal herramienta para perpetuar su esquema.
«El modelo Panamá, Singapur de las Américas promueve la competencia, o sea, estimula el saber técnico sobre el conocer, al punto que las reformas realizadas en el país en los últimos 15 años van dirigidas a disminuir la cantidad de horas dedicadas a asignaturas como arte y educación cívica.
«Incluso otras, como las relaciones entre Panamá y Estados Unidos fue eliminada del programa escolar durante el gobierno de Ricardo Martinelli (2009-2014), y hoy se intenta recuperar», explicó el economista y profesor universitario Rubiel Cajar, en entrevista con Prensa Latina.
Realidad que pretende revertir el Ministerio de Educación con el anuncio de reformas encaminadas a ampliar el tiempo de permanencia de los estudiante en las aulas, y dedicar más horas al deporte y asignaturas artísticas, entre otras materias que favorezcan una preparación integral.
Esta situación, refiere Cajar, genera otra no menos preocupante: la anulación del nivel de rebeldía y pensamiento crítico de los estudiantes, sector que históricamente jugó un rol importante en las gestas de lucha del pueblo, sobre todo las relacionadas con la soberanía del Canal.
Por lo pronto, los panameños miran expectantes el curso de la justicia en el caso del Instituto Nacional, porque las buenas costumbres deben prevalecer sobre los visibles rasgos de pandillerismo que intentan apoderarse del ambiente educativo bajo máscaras, amenazas y mensajes de terror, que también circulan por Internet.