GUADALAJARA, JALISCO (10/MAR/2015).- Las heridas que el narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria dejó durante su poderío en Colombia entre los años setenta, ochenta y principios de los noventa, aún no cierran. Han transcurrido poco más de 21 años desde la muerte del capo (02 de diciembre de 1993) y el pueblo sigue estigmatizado, mientras su familia permanece en el exilio y con otra identidad.
“Las historias como la de Pablo Escobar, con tanto odio y tanta violencia no deben repetirse en ningún país, por eso esas historias deben ser contadas incluso a pesar del miedo y el riesgo que ello implique”, defiende tajante Juan Pablo Escobar Henao —ahora identificado como Juan Sebastián Marroquín Santos— hijo de Pablo Escobar, en la presentación de su libro «Pablo Escobar Mi Padre» (Editorial Planeta, noviembre 2014).
Escobar Henao recorrió los pasos de su padre. En una investigación de campo que le llevó un año acompañado con la editorial, corroboró hechos y dichos, incluso con enemigos de su padre. Desmintió señalamientos y hechos, como la supuesta complicidad del expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez con el capo, o la propiedad del lugar conocido como Tranquilandia.
No obstante, el texto escrito desde la óptica de un ser al que Pablo Escobar no temía, recrudece la saña del narcotraficante al decidir una venganza, al cometer crímenes sin importar consecuencias en inocentes.
En las páginas del libro también se exhibe otra parte poco contada de la historia: Pablo Escobar fue traicionado por su hermano y tal vez hasta por su propia madre. Tras la muerte del capo, sus propios familiares persiguieron a la viuda e hijos de escobar Gaviria.
—¿Juan Pablo Escobar tiene miedo?
—Para mi madre, mi hermana y yo en definitiva, el miedo termina siendo casi como el agua para los peces. Ya llega siendo un medio en el que vives y no te das cuenta de que ahí está permanentemente.
Yo asumo la responsabilidad del contenido del libro, fui testigo de esa historia que defiendo como la única y la verdadera historia, porque sé que la escribí con honestidad y que la editorial hizo un filtro muy riguroso a la hora de poder demostrar cada uno de mis dichos con evidencias.
El libro provocó odios que al parecer habían permanecido guardados, y por seguridad estamos obligados a seguir en el exilio. Pero creo que era momento de enfrentar mi propia historia, y de contarla.
—¿En qué momento decide hacer pública la historia?
—El documental (Los pecados de mi padre, Colombia 2009) fue mi primer contacto con el mundo, la primera vez que decidimos lanzarnos al vacío, salir del anonimato de manera voluntaria. Nosotros salimos del anonimato de manera involuntaria en el año 1999, cuando un contador hace pública nuestra ubicación y nueva identidad.
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Siempre lo amamos, aunque sí hubo oposición mía y de mi madre por la violencia que él generaba, pero él siempre tenía excusas para esa violencia. Tal vez esa oposición a su violencia después nos permitió vivir. Los enemigos de mi padre sabían que le pedíamos que dejara la violencia, y por eso nos perdonaron la vida.
Habíamos sido víctimas. Cuando mi padre arremetía con ataques, nosotros siempre sufríamos consecuencias posteriores, una violencia multiplicada con creces.
—¿Colombia se ha recuperado de Pablo Escobar? ¿La familia Escobar Henao se ha recuperado de Pablo Escobar?
—Colombia no se ha recuperado de Pablo Escobar porque sigue con el estigma. Mi padre fue un triste contribuyente para que los colombianos seamos estigmatizados en todo el mundo. Las requisas en aeropuertos y aduanas son más estrictas para los colombianos. Todo eso se debe tristemente a mi padre.
No ha habido un solo día a 21 años de su muerte que en al menos uno de los diarios de Colombia o algún medio de comunicación, se haya dejado de pronunciar su nombre.
Incluso yo tampoco estoy ayudando a que se olvide con este libro, pero lo hago desde una óptica diferente. La óptica de que esta historia sí debe ser conocida pero con muchísima responsabilidad para que los jóvenes no crean que esta es una historia digna de ser imitada.
—¿Qué opinión tiene de la guerra contra las drogas que se lleva en países de Latinoamérica?
—Ya comienza en el mundo, desde sus principales líderes a entender que hay que revisar las políticas prohibicionistas. Ése es el primer paso positivo en 40 años de una lucha que ha dejado sangre por un problema que debe ser resuelto como problema de salud pública y no por la vía militar.
—¿Qué sigue para Juan Pablo Escobar o Sebastián Marroquín y su familia?
—No sabemos que vaya a pasar. Yo pensaba que todo iba a terminar con el documental y el documental me llevó al libro. Yo estaba seguro que moriría a los 16 años y ya llevo 22 años de horas extras. En este momento me dicen que no es prudente que vuelva a Colombia. El libro ha provocado odios. Te reitero, yo no lo escribí para hacerle favores a nadie. Es una historia que no debe repetirse nunca.