La tiendita de la esquina por años formó parte de la vida cotidiana de Veracruz, qué familia no acudía por los artículos de consumo diario: jabones de lavar ropa y trastes, de tocador, pasta dental, hojas de afeitar y cuantos productos más de uso diario. En lo que se refiere a comestibles: el pan de caja de las grandes panificadoras y las michas de panadería, queso fresco, los vitroleros de los encurtidos de chiles y zanahorias, con las que preparaban las tortas que comíamos a la salida del colegio, que sólo costaban cincuenta centavos.
Esta semana tuve un grato hallazgo, en mi colonia existe aún una bien surtida tiendita, con refrigerador para lácteos y carnes frías, cuyos precios aparecen marcados por kilo y medio kilo, los envoltorios de tortillas del día, los productos de despensa: mostaza, mayonesa, salsa catsup y otra variedad picante con las que los jóvenes le ponen a las frutas, papas fritas y demás bolsas de botana chatarra de consumo diario entre los colegiales.
Cuando las familias eran numerosas y los refrigeradores, no tan grandes, los refrescos fríos se iban a traer a la tiendita, las cervezas igual que los cigarros sólo se vendían a los mayores. También se despachaba: arroz, frijol, azúcar, café, piloncillos, especies, pasitas, latería de: jamón del diablo, sardinas, chícharos, chipotles, leche condensada y evaporada, choco milk y tablillas de chocolate, así como dulces y galletas, entre ellos el tin larín que costaba cincuenta centavos y el chicle Adams veinte. Entre otros productos a la venta: sobres de sal de uvas, mejoral, desenfriol así como las latitas de vic vaporub, curitas, velas, veladoras y cerillos.
Complemento de la tiendita y cerca de ella, la miscelánea en la que se tenían a la venta: hilos de coser y bordar, además se forraban botones y hebillas, así como la confección de cinturones, hechuras de zig zag, tru trú y ojales. El papel de trazo, de china, manila, calca, cartulinas, cartoncillos, pegamentos paspartú, gises de colores, lápices, bicolores y cajas de colores. Plumas, cabos, plumillas y tinta, necesarios para la caligrafía, cuadernos de rayas, doble rayas, cuadros y lisos.
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Más adelante llegaron las planillas, biografías y mapas que formaban parte de la tarea de primaria. También estaban a la venta: trompos, yoyos y canicas, damas chinas, palitos chinos y matatenas. En algunas de ellas había buzón de Correos y vendían los sobres y timbres postales.
Cobraban por usar el teléfono, ya que entonces no lo había en todas las casas y aún no existían los celulares.
La tienda era negocio familiar, atendido por los padres, ayudados de algún otro pariente y los hijos en horas libres, desde ella se vigilaba el barrio, amenazando a los vecinitos: “vas a ver, te voy a acusar con tus papás”.
En ocasiones se “fiaba” la compra anotando en un cuaderno el nombre del cliente y los artículos llevados, también se pedía tal o cual cosa, seguido de un: “anóteselo a mi papá”, estas transacciones no necesitaban del poder de su firma y fueron anteriores a las credit cards.