-Dos millones de personas trabajan en el campo mexicano jornadas de hasta 15 horas por menos de cinco dólares al día
Se llama Juanita y tiene seis hijos. Es de Cochoapa El Grande, Guerrero, el municipio más pobre de México. Pasa al menos seis meses del año viajando con su esposo y su familia. Si la temporada ha sido buena, pueden ser hasta 10. En estos meses, toca pasar una temporada en Guanajuato, a 900 kilómetros de su pueblo natal. Ha llegado hasta ahí tras un viaje de más de 10 horas y no piensa volver pronto. Sus hijos son cuatro adolescentes y dos niñas que no parecen rebasar los seis años. Todos han cargado cubetas llenas de kilos y kilos de chile. Son algunos de los dos millones de jornaleros en México —casi medio millón de niños— que trabajan jornadas que, en época de cosecha, pueden alargarse hasta 15 horas, de sábado a domingo, por las que cobran una media de menos de cinco dólares al día y bajo temperaturas que pueden llegar hasta los 42 grados centígrados.
En Guanajuato les dicen los oaxaquillos, un mote con un velado toque clasista, aunque la mayoría de los que están aquí son de Guerrero. El apodo, sin embargo, no es infundado. La mayoría provienen de los tres estados más pobres del país: Oaxaca, Guerrero y Chiapas, según un estudio de la Facultad de Economía de la UNAM; pero el mismo informe añade que la estimación de dos millones se queda corta. “La población jornalera estimada es de 2.040.414 jornaleros, pero incluyendo a la familia esta población asciende a 9.206.429 personas”, afirma la investigación realizada por Antonieta Barrón y José Manuel Hernández. El promedio de vida laboral es de unos 15 años.
En los campos mexicanos trabaja casi medio millón de niños
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Los campesinos cobran por cubeta y tienen que cumplir con una cantidad determinada. Si no la consiguen, no importa que hayan pasado horas bajo el sol: no hay pago. En Sinaloa, por ejemplo, un campesino debe llenar 35 al día de tomate. Juanita trabaja por cubetas. Deben ser unos 50 los que han trabajado ese día. Al arrojar los chiles al camión gritan el número de bote, para que los chóferes lo anoten para su cálculo diario, o bien el nombre del familiar al que están ayudando, que suele ser el cabeza de familia. Mientras en el trabajo formal en México una semana es de entre 40 y 48 horas, en el caso de los jornaleros puede llegar hasta 65, según cifras de la UNAM.
La Red de Jornaleros Internos en México ha denunciado que las condiciones en los campos de cultivo son infrahumanas. En las “casas” (que la mayoría de las veces no son más que un techo sostenido por un par de paredes), pueden vivir desde 20 hasta 100 personas. En las zonas más áridas del país, el suministro de agua llega apenas tres o cuatro días. El sitio donde viven los que trabajan en los campos de Guanajuato lo demuestra. El suelo es de tierra, hay unos cuantos chiles acomodados en un rincón, unas cervezas afuera de la construcción y varias cintas de celo donde cuelgan centenares de moscas. Entre todos pagan un “alquiler” de unos 500 pesos (33 dólares).
Mientras en el trabajo formal en México una semana es de entre 40 y 48 horas, en el caso de los jornaleros puede llegar hasta 65
En San Quintín, Baja California, la exigencia es incluso más colectiva: un grupo de menos de 12 jornaleros debe de llenar un camión de dos o tres toneladas. Entre ellos deben repartirse los 200 pesos que se les pagará. No más de 13 dólares. Los jornaleros inmigrantes le llaman “El Norte chiquito”, en comparación con “El Norte grande”, que no es otro que Estados Unidos.
Precisamente en San Quintín es donde han estallado una serie de manifestaciones sin precedentes recientes en México. Los jornaleros llevan semanas en protesta y huelga para exigir un sueldo de al menos 200 pesos diarios por persona —13 dólares— y, sobre todo, seguridad social. “Si faltas un día porque te enfermaste, te pueden exigir hasta 400 pesos —26 dólares—”, afirma un representante de la organización. Los enfrentamientos han llegado a tal tensión que la policía ha detenido a más de 200 jornaleros.
La crisis de San Quintín ha revelado que prevalecen prácticas que se remontan a los años previos a la Revolución Mexicana. Los empleadores mantienen activas las “tiendas de raya”: establecimientos que cobran por adelantado a los campesinos el alimento que consumen a precios muy por encima del mercado. “Son una trampa pues toleran que los niños vayan a la tienda y pidan comida chatarra. Al final de la semana la familia tiene una cuenta larguísima que supera al sueldo que supuestamente habían ganado”, indica el estudio.
Un documento firmado por representantes de 19 de los 31 estados indica: “La violación a los derechos laborales y humanos por parte de muchas empresas agrícolas, tanto en San Quintín como en otros 18 estados, es sistemática”. Tras las protestas en San Quinín, que se han saldado con casi 250 detenciones, el Gobierno mexicano ha aceptado reunirse con representantes de los jornaleros. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, tiene previsto esta semana reunirse con algunos en la Ciudad de México.