Paula Escalada Medrano
México, 11 abr (EFE).- Los jornaleros de México son los eternos olvidados, sus historias salen a la luz solo cuando hay «rescates» masivos de personas semiesclavizadas o prolongadas huelgas, pero pronto vuelve el silencio y el producto de su trabajo sigue llenando supermercados en Norteamérica mientras ellos duermen en el suelo.
«Pareciera que es conveniente sacar el tema de vez en cuando, diciendo que se rescata a poblaciones vía inspecciones. Es una estrategia del Gobierno» para hacer ver que se está haciendo algo, dijo a Efe Margarita Nemecio, coordinadora del área de Migrantes y Jornaleros Agrícolas del centro Tlachinollan.
Uno de los últimos «rescates» más sonados sucedió hace tres semanas, cuando las autoridades mexicanas encontraron a cerca de 200 jornaleros que trabajaban en condiciones inhumanas en un campo de Baja California Sur (noroeste); días después 49 indígenas mixtecos eran librados de trabajar en la semiesclavitud en Colima (oeste).
Todo ello mientras en San Quintín (Baja California) llevan semanas haciendo paros en protesta por sus condiciones laborales.
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En la organización no gubernamental Red de Jornaleros Internos, a la que pertenece Tlachinollan aseguran que tras esos «rescates» la vida de los jornaleros no cambia tanto.
«No hay seguimiento más allá de las sanciones» y sus condiciones «no mejoran», agregó Nemecio.
Un informe publicado recientemente por esta red explica que hay más de dos millones de trabajadores agrícolas en México que sufren abusos y semiesclavitud en 18 estados. El 60 % de ellos son indígenas provenientes de las entidades con mayor pobreza, como son Guerrero, Chiapas y Oaxaca.
Personas que no tienen recursos en sus zonas de origen y tienen que emigrar, generalmente al norte, para trabajar en empresas trasnacionales que les proporcionan alojamiento para ellos y sus familias.