En un centro comunitario de Berlín, una decena de migrantes procedentes de Irán o Afganistán están concentrados en sus máquinas de coser, con las que fabrican mascarillas que serán distribuidas gratuitamente a la población.
«Cada uno debe hacer lo que puede», dice Jamila Ahmadi, tras su mascarilla de tela blanca con flores doradas, una de las creaciones de esta voluntaria.
«Alemania nos ayuda y ahora nosotros queremos y debemos ayudar a la gente», añade esta afgana de 45 años.
La mujer cose unas 45 mascarillas al día en estas instalaciones transformadas en taller de costura, inundadas de telas de todos los colores y donde el sonido de fondo es únicamente el de las máquinas.
La demanda es enorme, como se puede adivinar al ver la cola en el exterior de este centro del barrio de Spandau, al oeste de la capital.
Desde el pasado lunes, las mascarillas son un objeto preciado. Su uso es obligatorio en los transportes públicos y en todas las tiendas de Alemania.
Todo ello para evitar una segunda ola de contagios del nuevo coronavirus, que ya ha matado a 6.000 personas en el país, donde se está iniciando poco a poco el desconfinamiento de la población.
– Estrechar los lazos –
La crisis del coronavirus ha permitido a numerosos migrantes estrechar los lazos con su país de acogida. Entre 2015 y 2016, más de un millón de sirios, afganos o iraquíes llegó a Alemania.
Su entrada en el país fue masiva y por momentos caótica y provocó polémica y división. Desde entonces, se ha registrado un aumento de la popularidad del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD) y la figura de la canciller Angela Merkel se vio fragilizada.
La integración de estos migrantes sigue siendo un tema de debate permanente.
Al convertirse en voluntarios, estos migrantes se sienten más integrados y mejoran además su alemán, lo que ayuda en su vida diaria, explica la coordinadora del proyecto de Spandau, Afsaneh Afraze-Ketabi.
«Mucha gente tiene ahora el valor de mostrar de qué son capaces y aumentan la confianza en ellos mismos», dice esta iraní de 36 años.
Thomas Noppen, que dirige una página en internet que propone trabajos voluntarios a los migrantes, asegura que quieren ayudar a su país de acogida. «Muchas de las personas que participan consideran que estos trabajos caritativos son un enriquecimiento cultural», asegura.
Desde que fue lanzado en 2018, unos 500 migrantes han ofrecido su tiempo en esta pagina web «Recién llegados comprometidos». Una nueva sección consagrada al trabajo voluntario de lucha contra el coronavirus ha sido creada en las últimas semanas.
– «Dar algo a cambio» –
En Oberschöneweide, en el este de Berlín, Abdulrahim Al Jattab participa en un proyecto de asistencia comunitario. Con dos amigos, este sirio de 31 años que vive en Alemania desde hace cinco, coloca en las entradas de los edificios carteles en los que propone ayuda para hacer la compra.
«En esta situación difícil consideramos a los alemanes exactamente como si fueran nuestros compatriotas», subraya.
En el vecindario de Schoneberg, Malakeh Jazmati prepara carne en su restaurante vacío. Desde que se vio obligada a cerrar, esta siria de 32 años decidió preparar comida gratuita para los trabajadores de los supermercados.
«Viven una situación muy difícil y trabajan con mucha presión. Quiero darles algo a cambio», afirma esta mujer, que llegó a Berlín en 2015.
«En este momento, el trabajo voluntario no es algo que queramos hacer, es algo que debemos hacer», subraya la mujer. AFP