El asesinato de cinco jóvenes en el DF el viernes pasado, a la luz del día, en una colonia acomodada de la capital, ha vuelto a conmocionar a México porque retrata dos de sus problemas más insoportables. La muerte de Rubén Espinosa, un fotoperiodista, es la letal amenaza a la prensa. Los cadáveres de Alejandra Negrete, Mile Virginia Martín, Nadia Vera y Yesenia Quiroz, son los crímenes feminicidas, el ataque contra la mujer por ser mujer. El impacto resquebraja además la imagen de Ciudad de México como un oasis artificial de seguridad y convivencia. La capital del México es el quinto estado del país donde más mujeres son asesinadas. Más de 100 al año.
“Hemos tenido una reunión con la Procuraduría del DF (Fiscalía), con el fiscal de homicidios y con el subprocurador. Nos han dicho que efectivamente han encontrado en los cuatro casos elementos para hablar de feminicidios aunque solo en uno encontraron violación. Se sabe que ellas se resistieron al ataque por eso tiene escoriaciones. Fueron sometidas. No hay duda de que es un feminicidio”, explica María de la Luz Estrada la coordinadora delObservatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios (OCNF).
La lupa de este organismo independiente constata que la violencia machista no da tregua en la capital. En los últimos dos años los asesinatos de mujeres han pasado de 104 a 158, un aumento del 50%. El estudio del OCNF, que recoge los datos de las distintas fiscalías de los Estados, coloca a DF como el quinto más letal, solo por detrás de polvorines como Estado de México, Guerrero o Coahuila.
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Un informe de la ONU sitúa a México en el puesto 16 de todo el mundo en este tipo de crímenes. “Son muchos factores pero en México existe una alta discriminación contra las mujeres, de carácter político, social y económico”, explica Patricia Ravelo Blancas, antropóloga y especialista en estudios de género del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). “Nuestra cultura machista mexicana está muy arraigada históricamente. Todas las películas del cine clásico, de Pedro infante o de Sara García, muestran mujeres sometidas, subordinadas y hombres muy machos con una forma de relacionarse con las mujeres con mucha desigualdad, dominación y sometimiento. Ha cambiado un poco en las nuevas generaciones, pero el modelo sigue marcado por un patrón en el que los hombres son educados para sentirse dueños de los cuerpos y las mujeres ser su objetó”, añade.
El concepto de feminicidio ha ido permeando en la legislación internacional. Hasta 16 países de Latinoamérica lo recogen en sus códigos penales. “Aun reconocidos, muchas veces son delitos difíciles o imposibles de acreditar. Además, en muchas ocasiones no se cumplen los protocolos y estos crímenes pasan como homicidios corrientes”, apunta la coordinadora del OCNF. Todos los Estados mexicanos han transferido el delito de feminicidio a sus leyes excepto Chihuahua, la entidad a la que pertenece Ciudad Juárez, donde desde los años noventa los cadáveres de mujeres aparecen casi a diario.
La antropóloga Patricia Ravelo Blancas, que investigó sobre el terreno los casos de Juárez, apunta al significado político del hecho de matar mujeres. “Al producirse el feminicidio se está cometiendo un delito más complejo que el mero asesinato, el cual incluye la exclusión social de la mujer en los ámbitos sexual, económico y político”. Según sus cálculos, más de mil mujeres y niñas han sido brutalmente asesinadas en Juárez desde 2008.
Ravelo y su equipo han analizado el tratamiento que la prensa daba los crímenes y los informes forenses. “Se mostraba el poder misógino contra y sobre los cuerpos. Fue muy impactante, había muchas mutilaciones de senos, de ojos, vaciamiento de vísceras”. Una de sus conclusiones es que tal crueldad simbólica es un paso más dentro de la cosificación de la mujer, inherente a la violencia machista. En este clima cultural que propicia la transformación del cuerpo femenino en mercancía —otra de sus tesis es que las rutas para tráfico de armas, drogas y mujeres son las mismas—, Ravelo constató la existencia de un mercado de pornografía sádica: “afirmamos que son prácticas de violencia sexual que son perpetradas para causar el placer de hombres espectadores”.