«¿Y ahora qué hago?», preguntó Mauricio Macri con una sonrisa luego de que, con cierta dificultad, pudo calzarse la banda y tomar en sus manos el bastón presidencial que durante días fueron el centro de una polémica con su antecesora Cristina Fernández, la ausencia más notoria en la breve ceremonia de entrega de atributos el jueves en la Casa de Gobierno.
En primera fila, los presidentes de Bolivia, Evo Morales; de Uruguay, Tabaré Vázquez; de Colombia, Juan Manuel Santos; de Ecuador, Rafael Correa; de Perú, Ollanta Humala, de Chile, Michelle Bachelet, y de Brasil, Dilma Rouseff, aplaudieron la humorada de su nuevo colega en la región, un tecnócrata conservador que puso fin a 12 años de kirchnerismo.
Macri, de 56 años, salió al emblemático balcón de la Casa Rosada para saludar a una multitud en la Plaza de Mayo, a la que luego complació con pasos de baile al ritmo de una canción popular y la promesa de «siempre decirles la verdad», en las que fueron las primeras postales del nuevo ciclo político que comienza en Argentina.
La ceremonia de entrega de atributos, que durante las dos últimas semanas fue eje de un debate nacional, duró 15 minutos. Macri ingresó al Salón Blanco del palacio gubernamental de la mano de su esposa Juliana Awada, escuchó atentamente al escribano de la presidencia, firmó el acta y luego se acomodó la banda, con alguna dificultad, que le colocó su amigo y presidente provisional del Senado, Federico Pinedo.
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El único representante del gobierno saliente presente en el acto fue Lino Barañao, el ministro de Ciencia y Tecnología desde 2007 y que continuará en el cargo en la administración de Macri.
Entre los 200 invitados exclusivos, había figuras del espectáculo, como la conductora de televisión Susana Giménez, y del deporte, como Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors, club que presidió y del cual es fanático el gobernante. También, en un hecho poco común, asistieron los ex mandatarios Fernando De la Rúa (1999-2001) y Eduardo Duhalde (2002-2003).
Macri cumplió con los saludos protocolares y rápidamente recorrió los pasillos de la Casa Rosada hasta el balcón para cumplir con la tradición de dirigirse al pueblo, que lo recibió al grito de «se siente, se siente, Mauricio presidente» y «Mauricio no estás solo».