Los culpables son siempre los mismos: una vida sedentaria y una alimentación basada en comida procesada rica en azúcares, grasas saturadas y sal. La paulatina sustitución de las dietas tradicionales por aquellas facilitadas por las grandes corporaciones a bajos precios y grandes cantidades, gracias a tratados entre gobiernos para favorecer el comercio internacional, ha llevado a un lento pero constante ambiente obesogénico globalizado en el que la peor parte la llevan las naciones en desarrollo como México.
“Las compañías de comida chatarra están inundando países pobres con alimentos baratos e insalubres. Y las consecuencias son devastadoras”, se puede leer en un artículo publicado recientemente por el diario británico The Guardian, titulado “El hemisferio sur puede culpar al libre comercio de su epidemia de diabetes y obesidad”.
Pese a que mucha de la gente en los territorios debajo de la Unión Americana continúa produciendo, vendiendo y consumiendo sus propios alimentos de manera local –más sanos y que sostienen a un sinnúmero de familias– las corporaciones se están “infiltrando, inundando y tomando el control de los canales tradicionales de distribución de alimentos de todo el mundo, y reemplazando la comida local con chatarra, a menudo con el apoyo directo de los gobiernos”, publicó el diario.
El caso de México es uno de los más visibles. Un estudio realizado en 2012 por el Instituto de Políticas de Agricultura y Comercio (IATP, por sus siglas en inglés), relaciona directamente el repunte en la obesidad y sobrepeso durante el último cuarto de siglo en México, con la aplicación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado con Estados Unidos y Canadá, a lo que se llamó una “exportación de la obesidad”.
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A raíz de ello, las exportaciones de maíz, soya, azúcar, botanas, y productos de carne crecieron exponencialmente en las últimas décadas, también favoreciendo la entrada de cadenas comerciales y de suministro de este mismo tipo de alimentos, haciendo que su bajo costo y fácil acceso llegara a niños y adultos. “Los mexicanos, tanto ricos como pobres, y de diversas regiones geográficas, consumen más grasas y azúcares añadidos de los bocadillos, refrescos y productos lácteos y cárnicos procesados. Su salud está sufriendo en el proceso”, concluye dicho reporte.
En días pasados, el Centro para la Investigación de la Globalización, una organización independiente con base en Canadá, difundió su estudio “Libre Comercio y la Epidemia de la Comida Basura en México”, en el que reafirma esta idea y añade que ahora Mexico es uno de los diez mayores productores de alimentos procesados en el mundo, cobijando grandes corporaciones transnacionales como PepsiCo, Nestlé, Unilever y Danone, al ampliar sus operaciones de manera importante. “Estas empresas están haciendo mucho dinero”, advierte el documento.
La doctora Ana Bertha Pérez Lizaur, directora del Departamento de Salud de la Universidad Iberoamericana plantea a SinEmbargo: “Es un hecho, desde el TLCAN fue que entraron empresas muy grandes, tanto para la comercialización de los productos que traen de allá a precios económicos, como el intercambio de jarabe de maíz alto en fructuosa que es muy dulce y las refresqueras lo han utilizado para endulzar los refrescos mexicanos […] al entrar el TLCAN a México, aumenta también el sobrepeso y la obesidad y por tanto la diabetes”.