El asesinato por Estados Unidos de Qasem Soleimani, figura carismática de Irán, es susceptible de ser explotada internamente por la República Islámica y terminar beneficiando a los conservadores, menos de dos meses después de la violenta represión de una ola de manifestaciones.
La ejecución, en Bagdad por un disparo de dron en la madrugada del viernes, del jefe de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución, encargado de las operaciones en el exterior de Irán, provocó una deflagración emocional que sin duda las autoridades van a aprovechar.
«Matar a Soleimani, quien en términos estadounidenses es el equivalente al jefe de la CIA y al patrón de JSOC (comando de operaciones especiales) reunidos, significa que Estados Unidos ha eliminado al segundo hombre más poderoso de Irán», constata Aaron Miller, antiguo diplomático estadounindense convertido en analista.
La muerte de este «mártir vivo», según Alí Jamenei, permitirá a Teherán capitalizar su nombre. «Tienen la oportunidad de desviar la atención, aunque no por mucho tiempo, pero habrá de todas formas una emoción popular», explica a la AFP François Nicoullaud, antiguo embajador de Francia en Teherán. «Era una bella imagen de soldado en el imaginario iraní».
Muchos iraníes consideran a Soleimani un héroe, con el que pudieron contar para evitar la desintegración que vivieron Irak, Siria o Afganistán. En octubre, el Instituto Estadounidense de Estudios Internacionales y Seguridad de Maryland (Estados Unidos) afirmó que el general era la personalidad política más popular del país, con 8 opiniones favorables de 10.
– Ira profunda –
Su muerte puede llevar a Teherán a replegarse en una postura defensiva. «Es prácticamente seguro que el parlamento iraní caerá en manos de los personajes más duros en Irán» en las elecciones legislativas de febrero, pronosticó en un tuit Ali Vaez, responsable para Irán de la ONG International Crisis Group.
Todo en un contexto de tensión popular extrema.
Las manifestaciones que estallaron el 15 de noviembre tras el anuncio de un aumento del precio de los carburantes en plena crisis económica, sacudió a un centenar de ciudades. Las autoridades dicen haber restablecido el orden en unos días, sin dar detalles sobre el balance. Amnistía Internacional habló de 300 muertos y miles de personas fueron detenidas.
Bajo el efecto de las sanciones estadounidenses, la moneda, el rial, se depreció y la inflación aumentó. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima en sus últimas previsiones que el PIB iraní cayó un 9,5% en 2019. En diciembre, el presidente Hasan Rohani presentó un «presupuesto de resistencia» ante las sanciones.
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Soleimani proyecta pese a todo dos imágenes contradictorias, señala. La que le erige en héroe de la defensa del país «prevalece en el seno de la juventud pro régimen». Pero otra le ve como parte de «una organización responsable de la represión y de atrocidades».
– Prosperidad y libertad –
Desde las manifestaciones de 2017 y 2018, y después de las de diciembre último, algunas reivindicaciones se referían al costo interno de las ambiciones regionales del poder, que encarnaba Soleimani como nadie. «Millones de iraníes quieren más vínculos con el mundo exterior, más prosperidad económica, más libertad», subraya Aaron Miller.
La línea dura del poder, por el momento, ha preferido ignorar este llamado. Pero la ejecución de Soleimani la fragiliza políticamente al menos en un punto: no lo vio venir.
El martes pasado, dos días antes de su asesinato, manifestantes iraquíes proiraníes atacaron la embajada de Estados Unidos en Bagdad, denunciando los bombardeos estadounidenses contra prosiciones de las Brigadas del Hezbolá proiraní, que dejaron 25 muertos.
«No pueden hacer nada» tuiteó entonces el guía de la revolución Alí Jamenei, dando a entender la impotencia estadounidense contra Irán en el región. «Un error de apreciación», según François Nicoullaud. «Estados Unidos encontró la forma de reaccionar».
Un error que las autoridades no deberían repetir. «Si Irán debe elegir entre salvar el régimen en Teherán y extenderlo en la región», elegirán la primera opción, pronostica Alex Vatanka, analista del Middle East Institute en Washington.
La muerte de Soleimani «no destruirá la capacidad de Irán de brillar. Pero en el momento de decidir cómo responder a Washington, el régimen deberá sopesar todas las consecuencias», advierte. AFP