El regreso a las armas de un sector de las antiguas FARC bajo el mando de Iván Márquez abre interrogantes sobre el poderío real de la nueva rebelión en Colombia, el papel de Venezuela en el único conflicto armado de América y la situación del proceso con la exguerrilla.
1) ¿Qué tan seria es la amenaza?
Aunque el ex número dos de la disuelta guerrilla reapareció vestido de militar con una reducida tropa, la amenaza está en su anuncio de «coordinar esfuerzos» con el resto de disidentes y los rebeldes del ELN.
Su mensaje podría calar en los 4.600 combatientes que según inteligencia militar componen por separado ambos frentes, el de los grupos que sin un mando unificado se apartaron del acuerdo de paz con las antiguas FARC y el del Ejército de Liberación Nacional (ELN), una organización en expansión y con retaguardia en Venezuela, según el gobierno.
El ELN saludó el regreso a las armas de los exFARC y ofreció «una trinchera de combate».
León Valencia, director de la Fundación Paz y Reconciliación, cree que con Márquez se da paso a la unificación de los disidentes «bajo una nueva guerrilla» que, en coordinación con la del ELN, configuraría un «nuevo fenómeno de violencia».
Y aunque el Estado colombiano es muy superior en recursos y fuerza militar (265.050 efectivos), nunca ha podido ejercer un control efectivo del territorio ni acabar con el narcotráfico, la inagotable fuente de recursos de la violencia.
Aun así este es un problema naciente «que todavía se puede controlar» con una respuesta contundente y operativa de la fuerza armada, dice el también experto Ariel Ávila.
El gobierno de Iván Duque ya anunció una «unidad especial» para perseguir a los jefes exguerrilleros y recompensas equivalentes a unos 882.000 dólares por cada uno.
2) ¿Qué hará Maduro ?
Márquez y Jesús Santrich – también alzado nuevamente en armas – son «bienvenidos en Venezuela». Nicolás Maduro lanzó la frase a finales de julio. Y la respuesta de Bogotá fue reiterar que los exjefes rebeldes se refugian en el país petrolero.
Las denuncias de que Venezuela protege a grupos armados colombianos son de antaño, aunque Caracas lo niega.
«No estamos ante el nacimiento de una nueva guerrilla, sino frente a las amenazas criminales de una banda de narcoterroristas que cuenta con el albergue y el apoyo de la dictadura de Nicolás Maduro», declaró Duque.
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«No hay control de esa frontera, entonces los guerrilleros pasan de aquí para allá, de allá para acá, consiguen armas, dinero, allá y aquí», señaló Valencia.
Los expertos coinciden en que los grupos colombianos encuentran en Venezuela una retaguardia ante la ofensiva de la fuerza pública colombiana y la complicidad de autoridades bolivarianas.
«Venezuela va a estar ahí, albergando a los jefes cuando estén ‘envainados’ (emproblemados), sin decirlo, a escondidas, porque el gobierno Maduro no tiene ningún incentivo para decir que colabora con el gobierno de Colombia», dijo el analista del conflicto Carlos Alfonso Velásquez.
3) ¿Y el acuerdo de paz?
Desde el gobierno, la FARC -el partido surgido del acuerdo de 2016- y Naciones Unidas -que supervisa la frágil paz en Colombia- han recalcado que la gran mayoría de los que depusieron las armas están cumpliendo con lo pactado, pese al asesinato de al menos 143 desmovilizados.
Son poco más de 13.000 los exguerrilleros – entre combatientes, presos y colaboradores – en proceso de reincorporación social y económica, y de ellos unos 3.348 – incluidos familiares – permanecen en espacios delimitados.
«Seguiremos sin desmayo esa ruta», anunció la FARC, aun cuando viene de denunciar retrasos e incumplimientos de los acuerdos.
Duque también les envió un mensaje a los excombatientes: «Quienes han optado por el camino de la legalidad bajo los principios de verdad, justicia, reparación y no repetición, seguirán contando con el compromiso del Estado».
Sin embargo, analistas como Ávila creen que el grupo de Márquez buscará «reclutar a los antiguos excombatientes», sobre todo a los que están en las zonas especiales de paz. «El gobierno lo que tiene que hacer es ir a proteger» esos territorios, comenta.
Con todo el impacto que generan, las disidencias no son «necesariamente el elemento que pueda terminar con un proceso de paz», estima Gerardo Barbosa, experto en el conflicto de la Universidad Externado.
Por lo pronto se espera que los que volvieron a las armas pierdan muy pronto los beneficios jurídicos del acuerdo y enfrenten una gran ofensiva militar, que disuada a las bases de volver a la selva. AFP