Fiat Chrysler (FCA) fue acusada este jueves por las autoridades estadounidenses de haber manipulado los motores de 104.000 de sus vehículos diésel en Estados Unidos para minimizar el nivel real de sus emisiones contaminantes, un nuevo «dieselgate» después del de Volkswagen.
De acuerdo con las autoridades estadounidenses, el grupo italoestadounidense instaló un programa controvertido en sus modelos Jeep Cherokee y sus camionetas pickups Dodge Ram 500, fabricadas entre 2014 y 2016, sin informar a las autoridades, resumió la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA) en un comunicado.
«Una vez más, un gran fabricante automotor tomó la decisión comercial de eludir las reglas», afirmó Mary Nichols, jefa de la Agencia californiana de Protección del Medio Ambiente (Carb), que participó en la investigación conducida por la EPA.
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En septiembre de 2015, en la estela del escándalo de Volkswagen, la agencia implementó nuevos test que mostraron que estos vehículos expulsaban al aire niveles «aumentados» de óxidos de nitrógeno, gases a los que le atribuyen múltiples afecciones respiratorias.
«El hecho de disimular un programa que afecta las emisiones en un motor constituye una grave violación de la ley que puede traducirse en una contaminación nefasta del aire que respiramos», comentó Cynthia Giles, una de las funcionarias de la EPA, citada en un comunicado.
Fiat Chrysler rechazó inmediatamente las acusaciones asegurando respetar las «condiciones exigidas» y negando cualquier trampa.
«FCA US espera con impaciencia demostrar (…) que su estrategia de control de emisiones está correctamente justificada y no se asemeja a un ‘programa manipulador'», asegura el grupo en un comunicado.
Posteriormente su presidente y director ejecutivo, Sergio Marchionne, dijo: «No tratamos de violar esa maldita ley (…) Estamos tratando de hacer un trabajo honesto», y agregó que el problema podría haber sido resuelto de forma «más en sintonía con el mundo de los negocios».
El anuncio de las autoridades estadounidenses hizo caer el título del grupo en Milán (-16,14%) y en Wall Street, donde perdió 10,28% a 9,95 dólares tras haberse suspendido su cotización provisionalmente.
En su comunicado, el fabricante de autos, que se había salvado de la quiebra en 2009, dice reiteradas veces tener interés en explicarse ante el «futuro gobierno» estadounidense, que se dispone a asumir funciones en escasos ocho días.
Podría tratarse del primer caso que revele las intenciones del presidente electo, Donald Trump, que ha fustigado insistentemente el peso de las regulaciones ambientales en la actividad económica, al tiempo que la EPA y los legisladores republicanos sostienen en el Congreso una pugna feroz.
Fiat Chrysler se congració con Trump al cancelar la semana pasada la construcción de una planta de 1.600 millones de dólares en México y decidir invertir esa suma en Estados Unidos y crear 700 empleos.
Este nuevo caso surge al día siguiente de una nueva etapa crucial en el escándalo bautizado como «dieselgate» que afecta a Volkswagen, que había reconocido en 2015 haber instalado equipos en 600.000 de sus vehículos en Estados Unidos de un programa manipulador que falseaba los niveles de emisión de gases contaminantes.
El miércoles el gigante alemán se declaró culpable de «conspiración» y de «obstrucción de la justicia» y aceptó pagar 4.300 millones de dólares en multas, llevando la suma total del escándalo a unos 22.000 millones de dólares solo en Estados Unidos.
Las autoridades estadounidenses han inculpado, además, a siete directivos y empleados antiguos y actuales de la firma alemana y prometieron continuar las investigaciones para llevar ante la justicia a todos los responsables. AFP