La poca capacidad bélica de Argentina para una ofensiva militar, y mucho menos de asalto, confirma que la presunta amenaza esgrimida por Reino Unido para incrementar las fuerzas en las Malvinas es realmente inverosímil.
La Cancillería advirtió en un comunicado que además de imposible, resulta absolutamente inaceptable que se agite el fantasma de una amenaza argentina con el propósito de justificar el aumento del presupuesto militar británico y consolidar la creciente militarización de las islas.
Ante el Parlamento británico el ministro de Defensa, Michael Fallon, anunció el martes un plan para gastar más de 258 millones de dólares en modernizar y ampliar la presencia bélica de Londres durante los próximos 10 años.
Tal decisión complica cualquier solución a la disputa territorial sobre ese territorio que la ONU considera un caso colonial, y evidencia el interés estratégico que tiene Londres sobre ese archipiélago del Atlántico Sur, próximo a las Antártida, afirmó el ministro de Defensa, Agustín Rossi.
Pero pasando desde la diplomacia al plano militar, hay una realidad insoslayable: las actuales Fuerzas Armadas de este país no tienen ni siquiera el poderío ofensivo que poseían, por ejemplo, en 1982 cuando la junta militar golpista lanzó el ataque para recuperar las islas.
Al participar en un programa televisivo Rossi sostuvo que los cuerpos militares argentinos hoy no están estructurados para acciones ofensivas, ni de comandos, ni mucho menos de asalto.
Ilustró su afirmación al sostener que los aviones de combate que actualmente posee la Fuerza Aérea están obsoletos, al igual que naves de la Armada; de ahí, que decidiera adquirir en China una docena de aeronaves, no de Rusia como citó Fallon ante el Parlamento.
Ese será en dos o tres años el núcleo operativo de la Fuerza Aérea. En la guerra de 1982, ese cuerpo contaba con más de 120 aviones de combate de primera línea.
Los cuatro buques polares que el Ministerio de Defensa ordenó a Rusia estarán destinados al abastecimiento de las diminutas bases antárticas del país, para así ahorrarse lo que hoy cuesta alquilar ese tipo de nave. Y serán entregados a otro gobierno, no al actual.
En cualquier análisis estratégico, una fuerza ofensiva tiene que antes de lanzar una acción tener asegurado, de entrada, el dominio del mar y del aire, básicamente este último, y Argentina carece de esa capacidad.
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Y muchos menos para una ocupación terrestre pues no posee ni la logística necesaria, ni el equipamiento, como tampoco el entrenamiento que el contingente militar requeriría.
En un análisis, el diario La Nación señala que el país ni puede siquiera llegar con militares equipados para el combate a las islas Malvinas. Eso más allá de cualquier deseo o fantasía de política doméstica.
Los 650 kilómetros hacia las islas Malvinas representan una barrera infranqueable. No hay buques de desembarco ni barcos de transporte de tropas.
Ni siquiera está en servicio el rompehielos Almirante Irízar como para ser usado en calidad de plataforma de logística militar y esa sola situación táctica elimina cualquier otra posibilidad, recuerda el periódico.
En conversación con Prensa Latina, Ernesto Alonso, titular de la Comisión Nacional de Excombatientes de Malvinas, señaló que a diferencia de 1982 la Armada no posee portaviones, ni vehículos anfibios de Infantería de Marina.
La Nación recuerda que el destructor Hércules fue reconvertido en un transporte rápido para no más de 150 marinos, y su par Santísima Trinidad se hundió amarrado en el muelle… «Sin esas dos unidades navales, tampoco se tiene disponible cobertura antiaérea», acota.
O sea, el «peligro muy vivo y concreto» que esgrimió Fallon es a todas luces irreal y apunta a un subterfugio político que persigue otros objetivos.
Para el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, el gobierno del primer ministro conservador, David Cameron, busca rédito político en un año electoral; el canciller Héctor Timerman estimó que tratan de mantener una subordinación colonial y boicotear el diálogo tendente a hallar una solución pacífica a la disputa.
El ministro Rossi, desde la óptica militar, considera que Londres quiere aferrarse a las islas por su valor estratégico, su situación geográfica y también los recursos naturales. Igual opinión tiene la presidenta argentina Cristina Fernández.