La provincia de Idlib, en el noreste de Siria, escapa en su casi totalidad al control del régimen de Bashar al Asad.
El régimen envía a esta provincia, ampliamente dominada por los yihadistas, a los rebeldes y los civiles evacuados de los bastiones recuperados tras asedios y mortíferos asaltos.
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– Idlib en guerra –
La provincia de Idlib tiene una importancia estratégica, al estar ubicada cerca de la frontera con Turquía, país favorable a la rebelión, y de la provincia costera de Lataquia, feudo del régimen y cuna de la familia del presidente Al Asad.
Antes de la guerra, la mayoría de sus habitantes trabajaba en la agricultura, sobre todo en el cultivo de algodón y cereales.
En marzo de 2015, el Ejército de la Conquista (Yaish al Fatah), una coalición compuesta por grupos rebeldes islamistas como Ahrar al Sham, y yihadistas como el Frente al Nosra (la antigua rama de Al Qaida en Siria), se apodera de la ciudad de Idlib, de población mayoritariamente sunita.
– Alianza rebelde –
Actualmente, alrededor de 60% de la provincia está bajo control de Hayat Tahrir al Sham (HTS), un grupo yihadista dominado por la antigua rama de Al Qaida. Pero hay importantes grupos rebeldes islamistas aún presentes.
En febrero de 2018, los grupos Ahrar al Sham y Nuredin al Zinki, presentes en la frontera de las provincias vecinas de Alepo e Idlib, anunciaron su fusión, apadrinada por Turquía.
Esta alianza se lanzó después a combatir al HTS y recuperó localidades.
El 1 de agosto, la alianza integró a otras cuatro facciones rebeldes para formar una nueva coalición, el Frente Nacional de Liberación.
– Ataques químicos –
Las fuerzas del régimen fueron acusadas en numerosas ocasiones de haber recurrido a las armas químicas en la provincia.
El 4 de abril de 2017, un ataque con gas sarín en Jan Sheijun provocó 83 muertos según la ONU, y al menos 87, incluidos más de 30 niños, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). En octubre, los expertos de la ONU y de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) atribuyeron la responsabilidad al régimen.
En 2016, una comisión de investigación de la ONU y de la OPAQ concluyó que helicópteros militares sirios habían propagado cloro en dos localidades, en Talmenes, el 21 de abril de 2014, y en Sarmin, el 16 de marzo de 2015.
La comisión también concluyó que el ejército había llevado a cabo un ataque con armas químicas, probablemente cloro, en la ciudad de Qmenas en marzo de 2015.
En febrero de 2018 se informó de 11 casos de sofoco en Saraqeb, y el OSDH citó a fuentes médicas que daban cuenta de un «gas tóxico».
– En el punto de mira –
En diciembre de 2017, las fuerzas prorrégimen lanzaron una ofensiva para reconquistar el sudeste de la provincia. El régimen recuperó decenas de ciudades y localidades, así como el aeropuerto militar de Abu Duhur.
Tras las recientes victorias del régimen en otros puntos del país, la provincia vuelve a estar en el punto de mira.
«Idlib es ahora nuestro objetivo, pero no es el único», declaró el 26 de julio el presidente Bashar al Asad.
En mayo, el emisario de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, afirmaba que si «el escenario de Guta [un exbastión rebelde] se repite en Idlib, podría ser seis veces peor» en términos de destrucción y de víctimas. Se trata de «2,3 millones de personas, de las que la mitad ya son desplazados que no tienen adónde ir».
El 9 de agosto, las fuerzas prorrégimen bombardearon posiciones rebeldes y yihadistas en la provincia y lanzaron octavillas instando a los habitantes a rendirse.
La ONU llamó a buscar «acuerdos» para impedir un «baño de sangre». AFP