
El régimen sirio avanzó este viernes en la asediada ciudad de Alepo, mientras que se denunciaba como un «baño de sangre» por la organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras (MSF).
El avance del ejército sirio coincidía con la degradación de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, que apoyan respectivamente a la oposición y al régimen sirio, al borde de la ruptura sobre este conflicto, que ha devastado el país durante más de cinco años y ha dejado más de 300.000 muertos.
Washington amenaza con interrumpir su cooperación diplomática y Moscú sigue determinado a continuar su campaña de bombardeos en apoyo al presidente sirio, Bashar Al Asad.
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El viernes, Moscú acusó a Washington de «proteger» a los yihadistas del Frente Fateh al Sham (ex rama siria de Al Qaida).
En una entrevista a la cadena británica BBC World News, el jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, afirmó que Washington «no era capaz» o «no tenía la intención» de instar a la oposición armada moderada a distanciarse de este grupo yihadista.
En Nueva York, la ONU anunció por su parte la creación de una comisión de investigación que «determinará los hechos» en torno al ataque a un convoy humanitario el 19 de septiembre en el norte de Siria, donde murieron al menos 18 personas. Washington achaca la responsabilidad a Moscú, que lo niega.
Más de una semana después de haber anunciado una gran ofensiva para reconquistar la parte rebelde, el ejército sirio progresaba este viernes en dos frentes, en el norte y en el centro de la metrópolis, ganando terreno en territorio rebelde.
El régimen tiene el objetivo de conquistar la totalidad de Alepo, dividida desde 2012 en un sector gubernamental (oeste) y barrios rebeldes (este).
En el norte, «tras haber recuperado de manos de los rebeldes el antiguo campamento de refugiados palestino de Handarat, las fuerzas del régimen capturaron el viernes por la mañana el antiguo hospital Kindi» en manos de los insurgentes desde 2013, explicó Rami Abdel Rahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
«Todo el este de Alepo se ha convertido en un objetivo gigante», denunció el director de operaciones de MSF, Xisco Villalonga, en un comunicado, en el que exigía a Damasco y sus aliados «poner fin a los bombardeos que provocan un baño de sangre entre los civiles».
«Todos los servicios de cuidados intensivos están llenos. Los pacientes deben esperar a que otros mueran para obtener una cama», lamentó el doctor Abu Wasim, que dirige el hospital apoyado por MSF en el este de Alepo.
Por su parte, la ONG Save the children denunció que los niños de Alepo no tienen dónde refugiarse de los bombardeos, ni siquiera en las escuelas subterráneas, por culpa de las «bombas antibúnker». AFP