Venganza divina y problema sanitario, duro golpe u oportunidades. El coronavirus obliga a los grupos yihadistas a adaptarse, obligándolos a gestionar la emergencia y las estrategias para salir de la crisis.
Expuestos a la pandemia de formas muy diferentes, los movimientos actúan de manera dispersa, conciliando imperativos ideológicos y lógicos de salud pública. He aquí un panorama general.
– El virus suscita un relato
Varios grupos yihadistas en Yemen, Somalia o el Sahel han permanecido silenciosos ante la epidemia. Pero otros han hablado de un azote que afecta sin distinción a sus partidarios y a sus enemigos.
La célula central de Al Qaida publicó en marzo un documento de dos páginas consagrado esencialmente a las causas de la COVID-19, que no son otras que «la indecencia», «la obscenidad» y la «corrupción moral», en particular. La ira de Alá «es profunda contra los que cruzan los límites y se oponen a él», sostiene el texto.
«Al Qaida sigue siendo considerada como un movimiento de élite cuya responsabilidad es guiar a la umma (comunidad de creyentes) hacia una forma pura del islam. Acontecimientos como el coronavirus constituyen a la vez una lección y una oportunidad para reforzar esta posición», explica a la AFP Charles Lister, director de antiterrorismo en el Middle-East Institute (Instituto de Oriente Medio).
El grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS), rama siria de Al Qaida, preconiza medidas de higiene en su carta informativa (Ibaa), constata el Instituto Tony Blair para el Cambio Mundial. HTS denunció la atención que se le ha dado al virus, pues considera que el balance de muertos es muy inferior al del conflicto sirio.
– Reacción sanitaria y estratégica
En Siria, ha sido en la provincia de Idleb, último bastión yihadista y rebelde del noroeste, donde, paradójicamente, se han dado las respuestas más rápidas a la pandemia.
El sistema hospitalario ha sido destruido por la guerra. Pero los rebeldes dominados por HTS, con ayuda de la Organización Mundial de la Salud (OMS), han «adoptado medidas preventivas más radicales y más rápidamente que el régimen de Asad», dice el Washington Institute, que cita sobre todo las tomas de temperatura en las fronteras con Turquía y la esterilización de escuelas y mezquitas.
«El desafío para HTS es presentarse ahora ante Rusia y Turquía como (un ente) legítimo para gobernar» el territorio sirio que escapa al control de las fuerzas de Damasco, estima Charles Lister. Aunque, a simple vista, el HTS sería incapaz de gestionar un brote de epidemia.
En cuanto a los talibanes en Afganistán, firmantes de un acuerdo histórico con Estados Unidos, el virus no ha cambiado su estrategia.
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– ¿Una oportunidad?
¿Y si el virus le hiciera el juego a los yihadistas? En Siria, el grupo Estado Islámico (EI) insta a sus miembros, en su carta semanal Al Naba, a «atacar y debilitar» a los «infieles» y a los «apóstatas», subraya el International Crisis Group (ICG, (Grupo de Crisis Internacional).
De hecho, estos movimientos prosperan en el caos. «EI es susceptible de beneficiarse mientras el COVID-19 debilita a sus enemigos», teme este instituto de reflexión, que invita a la comunidad internacional a no dejar de lado las prioridades de ayer.
A finales de marzo en Irak, 2.500 instructores -un tercio de la coalición internacional liderada por los estadounidenses – habían abandonado el país o estaban a punto de hacerlo tras la suspensión de los entrenamientos y la formación por culpa del virus.
Los expertos señalan, no obstante, que las tensiones entre Irán y Estados Unidos ya habían debilitado el contraterrorismo en Irak.
– ¿Qué consecuencias a corto plazo?
Es difícil, no obstante, determinar si el virus va a cambiar las cosas en las zonas donde están implantados los grupos yihadistas. En Afganistán, en el Sahel o en Somalia, no parece que esté incidiendo en la seguridad.
A corto plazo, el riesgo de un gran atentado espectacular en Europa o Estados Unidos parece limitado. «Hemos establecido el confinamiento, los controles en las fronteras y en los transportes. El riesgo actualmente se ha reducido», dice Jean-Charles Brisard, del Centro de Análisis del Terrorismo (CAT) en París.
Pero el virus no impide que un individuo aislado o una pequeña célula puedan actuar, como demuestra el apuñalamiento por un refugiado sudanés que dejó dos muertos el sábado en el sureste de Francia.
Este domingo no se había establecido ningún vínculo con el EI. «Pero está claro que el riesgo de pasar al acto de un individuo inspirado no ha desparecido con la crisis», dice a la AFP una fuente cercana al caso.
«No hemos terminado con esta guerra contra el islamismo», decía en este sentido hace unos días un ex agente de inteligencia francés. «Sabemos que pueden golpear de nuevo. No podemos bajar la guardia». AFP